“Imaginemos la desesperación de una madre salvadoreña para dejar que su hijo menor viaje miles de kilómetros para intentar llegar a la frontera de Estados Unidos solo”. Esa invitación del gerente editorial de la Agencia EFE en las Américas, Raquel Godos, puede dar historias con origen guatemalteco, nicaragüense y hondureño, o colombiano, venezolano y haitiano.
Igual que Lorena Arroyo, editora de El Pais América en México, y Cristina García Casado, reportera de Univision, Godos es una periodista española con parte de su identidad en Latinoamérica.
Conocen sus instituciones y políticos, pero mantienen el foco en las calles, como mostraron el 27 de abril en el encuentro virtual “América Latina: el muro de la desigualdad”, del centro cultural La Casa Escondida, de Madrid, y la Asociación de Mujeres Comunicadoras de Internacional.
Desigualdad, violencia, migración y el reto de evitar estereotipos
En América Latina aumentó la desigualdad por la crisis a raíz de la pandemia. Con cubrimientos y miradas en distintos países, las tres periodistas han constatado esas brechas. García Casado las remonta a la semilla del colonialismo, como en Guatemala, en algunos casos también por la propiedad de la tierra.
Desde Colombia, Godos también atribuye la desigualdad a unas elites que “quieren conservar ese estatus”, mientras ve cómo una familia tarda 11 generaciones en salir de la pobreza.
El virus y su gestión han ahondado esas diferencias, repasan Arroyo y García Casado, desde la informalidad general, pasando por el cierre de colegios o la falta de ayudas a personas indocumentadas, hasta las limitaciones de movilidad a las trabajadoras del hogar.
Esa perspectiva regional no se ha entendido sin fenómenos como la violencia y la migración. Tampoco, a su vez, sin el papel de Estados Unidos, donde el expresidente Donald Trump cerró la frontera sur, y el actual, Joe Biden, mantuvo restricciones que dieron pie al “no vengan” de Kamala Harris en su primera visita como vicepresidenta a Guatemala.
Con ese fondo, los periodistas recuerdan la crisis de los migrantes mexicanos y centroamericanos que lo intentan “dos, tres y cuatro veces”, la de los haitianos, que registran el continente desde el terremoto de 2010, o la del “desarraigo total” más reciente de muchos venezolanos.
Godos, Arroyo y García Casado trabajan en medios internacionales y de origen extranjero que enfrentan la cobertura esporádica de “elecciones, catástrofe y abandono”, como critica la periodista de Univisión.
Frente a la presencia de Francia 24 y Deutsche Welleo de RT “por motivos geoestratégicos”, los medios hispanohablantes transnacionales en la región “no hemos aprovechado la fuerza del español para crear comunidad”, según recoge del libro Ñamérica, del escritor argentino Martín Caparrós.
Frente al “desprecio” que la gerente editorial percibió en la mirada de los españoles hacia el subcontinente, cuando existen “más lazos e intereses culturales y económicos” y “EFE no se entiende sin América Latina”, la editora de El Pais apunta a la empatía. Con la masacre de diecinueve guatemaltecos en Tamaulipas, México, o las muertes en deportaciones, ha tratado de transmitir el final de las Vidas de migrantes que, lamenta, se han vuelto de usar y tirar.
Mujeres y cambio climático: otros relatos para nuevas realidades
En esa migración como consecuencia de causas más profundas también hay desplazamientos por factores ambientales. “A la gente en Latinoamérica no hace falta que le explique el cambio climático porque lo está viviendo”, apunta Arroyo, que recuerda los testimonios en las sequías del lago Poopó de Bolivia o tras los huracanes Irma y María en el Caribe.
Con la biodiversidad de Colombia y Brasil o zonas como el Amazonas y la Antártida chilena y argentina, Godos también destaca el “interés en la dejaron” o en cómo se han secado los ríos. “Si este continente fuera más pobre en recursos no sufriría tanto”, plantea en referencia a la “maldición de los recursos naturales”, según la cual los países que poseen grandes cantidades tienen a desarrollarse menos.
Aun así, Centroamérica, como otras partes, “es sufridora y no generadora de cambio climático”, en palabras de García Casado.
Esas formas de contar son ejemplo de cómo los tres periodistas pretenden que se incorporen otras visiones: hablar no solo de los cubanos exiliados, sino de quienes están en la isla, o superar el “complejo” hispanohablante de atender a la visión anglosajona.
“Nos podemos contar a nosotros mismos”, sostiene la reportera de Univision. Arroyo, que también trabajó en la cadena, recuerda cómo en las instituciones oficiales en Washington se habló de “medios estadounidenses” sin incluirla.
Pero si un cubrimiento las ha marcado ha sido el movimiento feminista como una realidad regional, aunque diferente en cada país. Frente a un periodismo “que no sabe contar la vida”, el feminismo para García Casado “ayuda a contar la región”.
Las consignas por la legalización del aborto en 2020 en Argentina, recuerda con Arroyo, también podría escucharse en México, mientras que reportajes sobre niñas madres violadas por familiares se encuentran tanto en República Dominicana como en Colombia, como redondea Godos.
Las tres periodistas entienden que el movimiento feminista se ha expandido en América Latina contra esos y otros abusos, desde el cuerpo de las mujeres como campo de batalla colombiano hasta las penalizaciones de El Salvador a los abortos de embarazos forzados que derivan en emergencias obstétricas.
De ahí que las protestas regionales desde 2019 replicaran manifestaciones como el pañuelo verde o el performance Un violador en tu camino del colectivo chileno Las Tesis, que llegó a tener versiones en otros idiomas.
El futuro latinoamericano a través de los medios
Para Arroyo, el periodismo latinoamericano puede y debe apoyarse en el lenguaje para atajar ese abanico temático y narrativo. Hablar de migración para la sociedad con términos como “indocumentados” en vez de “ilegales” o evitar “miradas bohemias” sobre Cuba y Nicaragua puede complementarse con un reenfoque hacia lo humano sobre lo institucional, que Godos atribuye como factor del auge de los populismos en la región.
Esos desafíos pasan por otros como la violencia o la falta de libertad que, coinciden los tres colegas, son mayores para los periodistas que trabajan en medios locales. A los asesinatos de periodistas mexicanos, por ejemplo, ahora los acompaña la censura en El Salvador.
“Tú eres tú y todos los que te rodean”, advierte García Casado sobre los riesgos adicionales y cómo para ellos se trata de “miedo a la precariedad, pero también a perder la integridad”.
En ese sentido, las tres destacan el ejemplo de los medios independientes. Entre ellos el cubano El Estornudocon su periodismo local, las investigaciones de los centroamericanos El Faro, divergentes y Expediente Públicolos colombianos Vorágine, Cuestión Pública y rutas del conflictoo el peruano transnacional Salud con lupa.
Como muchas de estas iniciativas, los medios internacionales han puesto temas en común que permiten comparar la situación entre países. En palabras de la gerente editorial de EFE, se necesita “humanidad, vínculos e interés real en el mundo de lo efímero”. La integración “sería una de las grandes soluciones”, asegura, porque “cada país habla mucho de sí mismo”.
Arroyo, que se apoya en la escritora mexicana Alma Guillermoprieto para asumir Latinoamérica como región de “esperanza”, por apuesta historias humanas, la universalidad de lo local y por darle continuidad a todas esas historias.
“Las narrativas dominantes van a seguir existiendo”, admite García Casado, “pero si nos rendimos no habrá ninguna otra”.
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