Venezuela atravesando una crisis humanitaria que empeoró tras la muerte de Hugo Chávez en 2013, dando lugar a que uno de los países más envidiados de América Latina por el petróleo se fuera deteriorando cada día más.
Llegó Nicolás Maduro y bajo su mando se agudizó la violencia, la inseguridad, las amenazas, la falta de alimentos, medicinas y servicios esenciales. Como resultado, desde el 2016 más de seis millones de venezolanos abandonaron su patria para buscar un mejor futuro, según cifras de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Entre los países al que han migrado en masa se encuentra Colombia en primer lugar. Seguidamente está Perú, donde habitan 1,28 millones de venezolanos, de acuerdo a datos oficiales de ACNUR, actualizados hasta inicios de mayo. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), de la cifra antes mencionada, el 37,9% tienen educación universitaria, el 0,8% maestría o doctorado y el 19,2%, educación técnica superior.
Sin embargo, pese a que el 57,9% de los migrantes venezolanos tenga alguna formación académica, la realidad es que integrarse al mercado laboral peruano no les es fácil.
Un estudio realizado por Equilibrium – Centro para el Desarrollo Económico (CenDE) reveló que el 68% de venezolanos en Perú trabaja, pero solo el 20% lo hace en un sector relacionado a sus estudios. Por otra parte, el 40% lo hace de forma independiente, el 14% se dedica al comercio ambulatorio y el 23% a actividades profesionales o técnicas.
Pese a este panorama complicado, la Voz de América encontró a tres migrantes venezolanos que han podido salir adelante y apostaron por un país que los cobijó, como parte de la diáspora que se distribuyó por América Latina. Ellos llegaron a Lima, capital de Perú, y estas son sus historias.
Un hogar para niños
La vida de la abogada Paulina Facchin casi se apaga el 2 de julio de 2010. Ese año sufrió un atentado por parte de individuos armados que la atacaron cuando estaba con su hija en una carretera de la ciudad de Carabobo.
“Estaba con mi hija, la balearon y la hirieron”, recuerda. Por lo ocurrido, se escapó de Venezuela, que aún estaba bajo el régimen de Hugo Chávez. Y así se instaló en Perú.
En suelo peruano, Facchin comenzó a trabajar en bufetes de abogados de Lima. Sin embargo, ello no le impidió convertirse además en una activista por los derechos humanos de sus compatriotas desde el extranjero frente al chavismo.
“Como venezolana, me dediqué en Perú a representar a la oposición venezolana desde 2012. Empiezo a hacer un activismo político y por los derechos humanos ante las violaciones sistemáticas de derechos humanos cometidas por Hugo Chávez”, sostiene.
Como venezolana me dediqué en Perú a representar a la oposición venezolana»
Por esta actividad, Facchin casi fue extraditada de vuelta a Venezuela. Asegura que el embajador chavista Alexander Yáñez la retuvo durante seis horas en el consulado cuando acudió a renovar el pasaporte. “Me quería extraditar a Venezuela porque, según él, yo era una traidora a la patria y hostigaba el odio contra el país”, relató. “Obviamente no lo modificará porque no tenía una orden de extradición”.
Tras esa experiencia, la activista pensó que no debía quedarse solo en la crítica sino que debía pasar a la acción. Por ello, creó la ONG Haciendo Futuro, para ayudar a niños y mujeres venezolanas exiliadas.
“Nuestro propósito es ayudar a las familias en general que cumplen con los requisitos de Migraciones. Bien sean refugiados o alguna de las categorías de calidades migratorias que existen”, sostiene Facchin.
add que, durante los últimos años, se han enfocado también en que los niños venezolanos se integran al sistema educativo. “Buscamos que los niños migrantes y refugiados sean parte del sistema educativo peruano tanto público como privado”, menciona Facchin.
Durante la pandemia, ella y su ONG distribuyeron kits contra el COVID-19 con medicamentos, frazadas, comida y útiles escolares en las zonas más alejadas de Lima. La activista calcula que desde su llegada hasta hoy ha ayudado a más de 10.000 niños migrantes procedentes tanto de su país como del propio Perú.
“La labor que hacemos no considera las nacionalidades a la hora de ayudar”, finalizó.
Solidaridad e integración
La abogada Nancy Arellano abandonó hace ocho años su natal Caracas para residir en Lima. “Vi un país como Perú que tenía un sistema político que se había venido consolidando y una economía en la que había oportunidades”, relata a VOA.
Instalada en suelo peruano, Arellano se dedicó a realizar labores de consultoría con algunas organizaciones no gubernamentales. Con el éxodo de venezolanos en 2016, comenzó a ser requerido por medios de comunicación para hablar sobre temas migratorios. Sin embargo, ella creía que podía aportar en la ayuda a sus compatriotas.
En 2019, la abogada puso en marcha su proyecto llamado Veneactiva. Desde su oficina en la calle Junín, en el distrito limeño de San Isidro, guía a los venezolanos que buscan obtener documentación, y presta servicios de orientación laboral y atención psicológica, entre otros.
La migración aumentó la demanda agregada del Perú en 1.500 millones de dólares”
Arellano relata que el primer programa que puso en marcha fue Venemprende. “Empezamos con 100 personas que resultaron ser la primera promoción. Ahora tenemos 450 inscritos en el programa que le enseñamos qué pasos a seguir para poner un negocio. Qué documentación se necesita, las propuestas que podrían impactar en el mercado, entre otros detalles”, explica.
De otro lado, la abogada menciona que con el programa ‘Valiosos‘ busca facilitar la insercion laboral de los venezolanos calificados.
Según las cifras que ella maneja, en Perú hay 247.000 venezolanos con carné de extranjería en situación regular. En tanto, alrededor de 250.000 que se han regularizado vía CPP (Carné de Permiso Temporal de Permanencia).
«13.000 venezolanos han logrado regularizar su situación con nosotros y tenemos a 68 consultores trabajando en diferentes proyectos», afirma Arellano. Sin embargo, no resulta suficiente y, por ello, trabaja de la mano de organismos internacionales como Unicef y recibe fondos de cooperación internacional de varios países europeos.
En paralelo a esta labor, Arellano es actualmente director del proyecto Chance para sumar, una iniciativa de USAID Perú implementada por Cedro, que observa el impacto de la migración venezolana en la economía peruana.
“La migración aumentó la demanda agregada del Perú en 1.500 millones de dólares. Esto representa el 1,1% del consumo peruano y el 0,74 del PBI. La migración no le está costando al Estado peruano, sino que está aportando”, zanja.
Salud para todos
El 23 de mayo de 2018, el doctor Omar Ghiglione llegó a Lima junto a su esposa Heydi Coronel. Ambos pasaron una larga odisea porque cruzaron la frontera de Venezuela con Colombia a pie y con todas sus maletas.
“Vivía en Caracas. Era director dentro de un consorcio. Tenía cuatro hospitales a mi carga”, recuerda a VOA.
Explica que tuvo que salir de pais porque ya no podia atender mas a sus pacientes. “No había medicamentos ni los materiales adecuados para realizar las cirugías”, señala Ghiglione, cuya especialidad es la de cirujano vascular periférico. Sostiene que otro argumento para migrar estaba relacionado con la llegada de médicos cubanos que les quitaban espacio y legitimidad a sus colegas frente a la población.
Por ello, el doctor tomó la decisión de viajar a Perú. “Para mí, estar aquí ha sido una gran lección de humildad. Empezar desde cero no fue fácil”, enfatiza.
De hecho, en los primeros días de estar en Lima, vendía libros puerta a puerta por el distrito de Pueblo Libre para sobrevivir. También comercializó cursos de inglés y trabajó como asesor inmobiliario. Su esposa también vende gelatina en paralelo en un mercado del distrito de Magdalena.
Ghiglione y su esposa perseveraron. Nunca se rindió.
No había medicamentos ni los materiales adecuados para realizar las cirugías”
En paralelo a las actividades que hacían para ganarse la vida, ambos presentaron sus títulos ante la Superintendencia Nacional de Educación Superior (Sunedu) para que ocurran validados y así poder ejercer sus profesiones. De igual manera, buscaron regularizar su situación migratoria y lo lograron. De ahí vino más éxito: aprobaron el examen de suficiencia ante el Colegio Médico de Perú. A partir de allí, no pararon.
“Conseguimos nuestro primer trabajo en una clínica en Chosica. Luego, también tuve la oportunidad de trabajar en un centro médico en San Juan de Lurigancho”, sostiene Ghiglione. Todo iba bien, dice, hasta que llegó la pandemia. “Comencé a brindar consultas a policlínicos”, recuerda el doctor que, además, enfermó de COVID-19 al inicio de la pandemia en Perú.
Pero las circunstancias no les amilanaron. Ghiglione y su esposa emprendieron un policlínico propio. Ahora cuenta con 10 profesionales de diferentes ramas como endocrinólogos, traumatólogos, cirugía vascular, várices y curaciones.
“La satisfacción que tenemos es la de ayudar y poder contribuir con nuestros conocimientos en un país que nos ha cobijado”, apunta.
Así como Ghiglione, hay 2.800 médicos en Perú que están agrupados en una asociación desde 2016. Se encuentran distribuidores en varias regiones del país para cubrir el déficit de 16.630 médicos especialistas, según datos del Ministerio de Salud.
Si en algo coinciden los protagonistas de estas historias es que supieron salir adelante. Actualmente, también ofrecen su ayuda a los peruanos que los hicieron parte de su país.
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