Dakar, Senegal – En una prueba crítica de la democracia para África occidental, los votantes senegaleses emitieron sus votos el domingo en una elección presidencial marcada por tensiones previas a la votación y una anticipación generalizada. Las elecciones, inicialmente previstas para el 25 de febrero pero que el presidente Macky Sall intentó sin éxito posponer, se llevaron a cabo en medio del período de Ramadán, añadiendo un telón de fondo único de observancia al fervor político.
A pesar de las limitaciones constitucionales que impedían un tercer mandato del presidente Sall, su intento de retrasar las elecciones provocó un malestar significativo que desembocó en protestas violentas. Este malestar puso de relieve lo que estaba en juego en las elecciones, no sólo para Senegal sino como un faro de estabilidad en una región recientemente perturbada por golpes militares.
A primera hora del día, los votantes formaron colas en Dakar, la capital del país, bajo la atenta mirada de la fuerza policial de élite, lo que demostró una alta participación de los más de 7 millones de votantes registrados. Babacar Gueye, líder de la red de observadores de la COSCE, destacó el entusiasmo sin precedentes de los votantes y subrayó la importancia de la participación para la legitimidad de las elecciones.
En el período previo a las elecciones se produjo la liberación de prisión del líder de la oposición Ousmane Sonko, una medida que galvanizó el apoyo a su aliado Bassirou Diomaye Faye, también detenido recientemente, que se presenta a las elecciones. Por lo tanto, el panorama político está cargado de una mezcla de esperanza y desesperación, con muchos senegaleses deseosos de cambio en medio de desafíos económicos exacerbados por factores globales como la guerra en Ucrania.
El desempleo entre los jóvenes sigue siendo una preocupación apremiante, que lleva a muchos a llegar a extremos peligrosos en busca de mejores oportunidades en el extranjero. La elección refleja aspiraciones más amplias de reactivación económica, mejores instalaciones educativas y un mercado laboral estable.
El compromiso de Senegal con la democracia es seguido de cerca, dada su historia de transiciones pacíficas de poder desde su independencia en 1960, en marcado contraste con los recientes levantamientos en los países vecinos. Las elecciones de este año, en las que participaron 19 candidatos, la mayor cantidad en la historia del país, son un testimonio del proceso democrático vibrante, aunque polémico, en Senegal.
Tanto los candidatos como los votantes comparten el deseo común de un resultado electoral pacífico, y los principales contendientes expresan confianza en el proceso y sus perspectivas. Sin embargo, el telón de fondo de las recientes protestas y la severa respuesta del gobierno se cierne sobre las elecciones, alimentando debates sobre la necesidad de un cambio sistémico frente a la búsqueda de estabilidad y continuidad bajo un liderazgo experimentado.
En ciudades alejadas de la capital, como Fatick, la jornada electoral se desarrolló con calma, mientras los militares garantizaban la seguridad y los votantes, jóvenes y mayores, participaban con sentido del deber y orgullo. La tinta roja en sus dedos no sólo marcó su participación sino que también simbolizaba su esperanza de una determinación justa y pacífica del futuro de su nación.
Mientras Senegal espera los resultados oficiales, las elecciones representan un momento crítico, con implicaciones para la dirección de la nación, su resiliencia democrática y su papel en una región que enfrenta desafíos de gobernabilidad.