En medio de “Lie in the Gutter”, una pista cerca del final de Sala de lectura principal RoseJoseph Stevens y sus colaboradores de Peel Dream Magazine entran en un estado de trance. Un vibráfono repite suavemente una figura de corchea, la vocalista Olivia Babuka Black canta una frase sin palabras y los punteos sincopados de la guitarra rebotan en una línea de bajo pulsante. Todo se mantiene unido por un ritmo motorik apagado pero propulsivo. Este no es un territorio nuevo para la banda, comenzando con el álbum de 2018 Metafísica modernaPeel Dream Magazine ha tomado como referencia bandas como Stereolab y Pram, explorando las formas en que la repetición rígida y monótona puede hacer que el tiempo parezca elástico. Mientras regresan al presente, Black canta: “Millones de años luz, todos ellos nuestros”. El pasado y el futuro se pliegan sobre sí mismos, entrelazados a perpetuidad.
Como un científico que recopila datos, Stevens viaja a través del tiempo a lo largo de Sala de lectura principal Roseel cuarto álbum de Peel Dream Magazine. Sus observaciones lo llevan a tejer telarañas a través de cuestiones de identidad, experiencia y percepción. Aunque ahora reside en Los Ángeles, Stevens creció al norte de la ciudad de Nueva York y vivió en Brooklyn durante muchos años. El álbum se inspiró en recuerdos de viajes de la infancia a Manhattan y, como adulto, días libres pasados deambulando por los monumentos históricos del distrito. Un universo alternativo teórico podría contener versiones infinitamente repetidas de Stevens sentado en la Biblioteca Pública de Nueva York o deambulando por el Museo de Historia Natural, cada una con el peso de una era privada específica. Cuando Stevens regresa a esas partes personalmente sagradas de la ciudad, como lo hace en «Central Park West», la segunda canción de ensueño del disco, esos antiguos yoes aparecen como hojas en el registro fósil, ofreciendo pistas sobre quién era y en quién se ha convertido.
La composición de Stevens está fascinada con los ciclos. Los instrumentos de viento de madera, que se mueven como los de Philip Glass, reflejan el ritmo de una rutina matutina repetitiva; las letras combinan una mano que toma unas llaves de su lugar en un mostrador, un peine que se pasa por el pelo, un brazo que se desliza dentro de un abrigo. En “Recital”, Stevens relata el ritual de los recitales de piano cuando era joven, describiendo detalles delicados tanto en tiempo presente como progresivo. Las canciones que tocan los estudiantes son siempre diferentes, pero cada año aparecen las mismas personas; la misma sensación de vergüenza y bochorno adolescente flota en el aire. En casi todas las canciones, las melodías cambian entre las teclas o la guitarra, anticipando las notas que Black o Stevens cantarán más tarde. Todo se repite, pero nunca se duplica; cada revolución no forma un círculo limpio, sino un resorte que se contrae y se expande.