Angélica Jaimes llegó a Estados Unidos hace seis años. Lejos de la idea de convertirse en una migrante indocumentada más, en principio hizo parte de un programa que lleva a jóvenes con permiso para trabajar en casas familiares, cuidando de los niños. Su meta era aprender inglés y disfrutar de otra experiencia.
Así estuvo durante dos años, pero después entró en un proceso que, al final, la dejó con riesgo de deportacion. En un inicio tenía la esperanza de estudiar y ser patrocinada por la familia con la que vivía, pero, según ella, su abogado le asesoró de manera inadecuada y el tiempo se agotó para poder hacer el proceso en los tiempos determinados.
Aunque optó por un segundo intento, la respuesta fue negativa y le quedaron solo dos caminos: regresar a Colombia o vivir sin papeles en EEUU.
La mujer de 31 años optó por la segunda opción. Pero no ha podido estudiar. Por ahora, trabaja como mesera y tiene la esperanza de que en una Corte, a la que fue citada recientemente, se define su situación. Incluso, dice que asumiría el tener que regresar a su país, pero espera tener la posibilidad de visitar a las personas que se cerraron en su familia en EEUU.
“Podría ser esperanzador”
Angélica conocida recientemente la petición que hizo el Gobierno de Colombia a Estados Unidos de considerar la concesión del estatus de Salida Forzosa Diferida (DED, por sus siglas en inglés) a los colombianos indocumentados que viven actualmente en ese país.
Aunque la joven confiesa que este tipo de ayudas son difíciles de conseguir y, generalmente, no se le otorgan a los colombianos, cree que “podría ser esperanzador”.
“Es un proceso muy difícil. Mucha gente ha estado acá muchísimo tiempo y nunca han tenido esa luz…”, pero si se da, “súper bien porque, independientemente de si me voy o me quedo, yo quiero aclarar mi situación”, dijo Angélica a la Voz de América.
Sin embargo, en este momento no sale de Arlington, ciudad donde vive, ni de Washington, donde ha permanecido la mayor parte del tiempo durante estos años, para evitar dar un paso en falso. Con un alivio como el DED, cree que podría viajar por Estados Unidos, conseguir un mejor trabajo y programarse un tiempo específico para cumplir ciertas metas.
“Es como respirar… Pienso que sería un alivio. Ya podría, al menos viajar dentro del país, puedo vivir un poquito más tranquila”, señala la joven.
Aunque le explicó a la VOA que trabaja para poder sobrevivir -“haces dinero, pero es limitado”, apostillado- no hace lo que le gustaría.
“Quisiera tener un trabajo donde me sienta más cómoda y tener más posibilidades. No tener algo pasajero. Tener esa posibilidad de no ser una simple niñera, mesera o en construcción”, dice la cucuteña, quien le gustaría crear su propio libro para niños y seguir ejerciendo el diseño y la fotografía. “Algo más”.
Una opinión similar tiene Juan, otro colombiano que llegó hace un año y medio a EEUU por problemas económicos que, afirma, no le permiten regresar a su país: “Necesitaba una solución inmediata. Los problemas en los que estoy, la figura de asilo no los cobija”.
Por ahora, se dedica a entregar la publicidad de una empresa de construcción y trabaja en un club, en Manhattan, Nueva York; como mesero. Aunque confiesa no conocer a fondo el DED ni la solicitud hecha por el gobierno colombiano, y quizás no ser candidato por el poco tiempo que lleva como migrante, dice que, de resultar beneficiario, podría ejercer su profesión.
“Obviamente, mejoraría mi escala salarial y me retiraría de hacer estos trabajos”, dijo a la VOA este otrora profesional en telecomunicaciones.
A sus 31 años, Juan también sueña con volver a Colombia y ver de nuevo a su familia, pero con la posibilidad de regresar a EEUU sin contratiempos.
“Poder ir a mi tierra”
El mismo sueño tiene Fernando, un colombiano que a causa de un despido en su empresa y por la violencia que vivía el país en la época de los 90’s, murió de Bogotá rumbo a EEUU hace 22 años, buscando estabilidad para su familia y, en especial, para sus hijos -en ese entonces- de 6, 12 y 14 años, respectivamente.
A sus 65 años, este ingeniero de sistemas dice, sin titubear, que ya no le teme a la deportación. Es más, confiesa que si tocan su puerta para darle la noticia, “con gusto” se vuelve. Sin embargo, está en un dilema: quiere morir en su tierra, pero tener la posibilidad de regresar cuando se le antoje a EEUU, a ver a hijos.
Para él, el DED “es positivo” y podría convertirse en la oportunidad de ir a visitar a su familia, pues le contó a la VOA que no poder asistir al funeral de su hermano hace dos años, representó “un gran dolor”.
“Yo lo único que quiero… es poder ir a mi tierra, saludar y abrazar a la poca familia que me queda, y volver, tener la posibilidad de regresar”, señala Fernando. Además, el poder “dejar el miedo guardado porque ya tengo unos documentos de identificación”, agrega.
Dice que si la esperanza de obtener un DED hubiera estado disponible hace 20 años, cuando decidió cambiar su rumbo, sus “circunstancias de vida habrían sido mucho más favorables”.
“El hecho de poder tener, así sea por un corto plazo… licencia para poder manejar, tener Seguridad Social para poder, con esos dos elementos, ir a trabajar y ser recibido formalmente ante cualquier empresa, sin intermediarios”, ahonda Fernando.
Recuerda que el miedo siempre estuvo latente. Cuando debía conducir, cuando tenía una patrulla cerca, cuando se enviaban autobuses que recogían migrantes. Asegura que fue siempre cuidadoso, pudo salir adelante en una empresa japonesa, durante seis años, como obrero y luego en labores administrativas, hasta que la compañía se fue a México. Solo en los últimos 10 años, en otros escenarios, ejerció su profesión gracias a que perfeccionó el idioma y se ganó la confianza de sus jefes.
Una posibilidad temporal, pero latente
Organizaciones que defienden los derechos de los migrantes en EEUU le contaron a la VOA que aunque el DED no es la opción más favorable, sí es necesaria.
Gustavo Torres, director ejecutivo de la organización comunitaria CASA in Action y quien dice haber huido de la guerra y la situación económica de su país, hace 32 años, señala que seguirán luchando por una reforma migratoria, pero que el DED representa una opción rápida.
“La diferencia entre el TPS y el DED es que [en los primeros] es el secretario de Seguridad Nacional quien toma la decisión; la del DED la toma directamente el presidente, así pues de que no tiene que pasar por muchos elementos burocráticos”, agrega Torres.
De acuerdo con el Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS) a la VOA«la autorización de Salida Forzosa (DED) está a discreción del presidente como parte de su poder constitucional para llevar a cabo las relaciones exteriores».
Torres destaca que solo se tienen 12 meses para lograr la aprobación del estatuto, puesto que en el 2024 se celebran elecciones presidenciales en EEUU, “y es muy difícil que un presidente tome decisiones que tengan que ver con migración en medio de las elecciones”.
Pero, en resumen, manifiesta que lo más importante es que los migrantes “van a salir de las sombras”, van a tener un permiso de trabajo, un seguro social y “podrían viajar a Colombia, en caso de una emergencia”.
Para Isaías Guerrero, organizador de la campaña de Colombia fuera de Colombia y miembro del Comité de Derechos Humanos de Colombia, hay una esperanza.
“Se entiende que hay un argumento muy claro por el cual es necesario crear este alivio… Esto de crear un camino hacia la paz es algo que también está inclinando un acercamiento a Colombia ya los Estados Unidos para trabajar juntos en ese camino… el hecho de que se vea este alivio como una oportunidad para crear esa paz fuera del territorio”, afirmó Guerrero a la VOArefiriéndose al proyecto de la paz total que propone el gobierno colombiano.
Según la Embajada, casi dos millones de colombianos viven actualmente en EEUU y entre 200.000 y 250.000 se encuentran indocumentados. Los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos indican que, este año, ha habido 17.659 encuentros con colombianos en la frontera. Es decir, con indocumentados. Durante el año fiscal 2022, 130.971 colombianos fueron detenidos.
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