En el pasaje más inquietante del álbum, Jaar describe la conexión entre la colonización de Chile y Tierra Santa. (Chile es también el hogar de la el más grande del mundo diáspora palestina fuera de Medio Oriente.) Compara el nombre del río Magdalena, otorgado por el colono español Rodrigo de Bastidas, con la antigua ciudad judía Magdala, más tarde una aldea árabe llamada al-Majdal que fue destruida y reemplazada por el asentamiento israelí de Migdal. Jaar destaca la importancia (y la fuerza bruta) de (re)nombrar:
Dices que estás junto al río Magdalena.
Y les hablo de Palestina.
Que ya no es Palestina.
Y el Río Grande ya no es Karacalí,
No, el río ya no es Karihuaña
Ya no es Guacahayo.
¡Pero sigue siendo Guacahayo! ¡Es el río de las tumbas!
¿Un lugar cambia cuando le cambias el nombre? ¿Se convierte en algo más? Estos sentimientos de pérdida y confusión se subrayan en otro momento destacado, “Mi Viejita”, una reminiscencia de lugares a los que ya no se puede llegar. Se trata de personas que dejan sus vidas (entre sí, sus granjas, su ganado) para ir a la guerra por una entidad colonial, sólo para ser oprimidos por una junta militar y un estricto toque de queda que no les ofrece agradecimiento a cambio, redefiniendo la tierra que lucharon como algo que ya no les pertenece. La agitación emocional de la canción tiene como banda sonora un ritmo entrecortado que suena casi borracho, demasiado lento y tambaleante para mantenerse erguido, y la charla de fondo solo realza la atmósfera caótica.
La música detrás de las voces en Piedras 1 es impresionista y en escala de grises, con ráfagas de ruido, perros ladrando y sintetizadores que suenan como elefantes enojados que marcan los temas de alienación e identidad en constante cambio. Piedras 2, por otro lado, recopila música intersticial de la obra de radio y se desvía de la experimentación cerebral, como la elegante y ligeramente jazzística “Radio Chomio”, con la participación del artista mapuche Eli Wewentxu, al caos total en clubes, como la trilogía final “SSS”. , que se remonta a los primeros días de Jaar como un chico advenedizo del club. Sólo que ahora la música es frenética y claustrofóbica, como si intentara romper con sus propias estructuras rítmicas, una forma violenta de autoafirmación.
Jaar tiene una forma de crear espacio y distancia en la música, lo que se presta naturalmente a la construcción de narrativas. Elementos como bombos o voces a menudo suenan como si vinieran de la habitación de al lado, hasta que de repente, las cosas se enfocan brevemente, un dispositivo que Jaar usa una y otra vez para enfatizar las partes más importantes de Piedras. Ayuda a que el álbum doble se sienta un poco más directo, un contraste con el habitual distanciamiento de Jaar.