La ubicuidad de la corrupción: la corrupción parece ser nuestra naturaleza humana
Mientras definamos la corrupción como la voluntad de actuar de manera deshonesta a cambio de dinero o para beneficio personal, entonces, la corrupción está en todas partes (y quiero decir en todas partes) en el planeta Tierra.
No es sólo un vicio contemporáneo en la sociedad sino también medieval. Se puede encontrar en textos sagrados antiguos, una representación que justifica su existencia desde tiempos inmemoriales.
Parece que los seres humanos tienen fallas innatas para sucumbir a las frecuentes demandas egocéntricas de sus egos. ¿Cómo llegamos a esta posición? ¡Sólo Dios sabe!
La corrupción se teje en la forma en que hacemos negocios, gobernamos, trabajamos, nos relacionamos, estudiamos e incluso ayudamos.
Sí, incluso el noble acto de ayudarse unos a otros ha demostrado ser una vía estratégica para ejercer la corrupción. Miren cómo surgen las Organizaciones No Gubernamentales en nombre de ayudar, para terminar abusando de la virtud de ayudar, perjudicando a los ingenuos beneficiarios.
Así de grotesca se ha vuelto la corrupción y también muestra la espantosa extensión de cómo se teje el vicio en el tejido moral de la humanidad.
Después de una introspección sobre la ubicuidad de la corrupción, me di cuenta de que mientras otros estados tienen corrupción, en África, los corruptos tienen estados.
En África, la gobernanza está sesgada en gran medida hacia un paradigma monárquico caracterizado por reyes tiránicos, despóticos y corruptos disfrazados de presidentes de repúblicas.
¿Es esta una condición que debemos aceptar y vivir eternamente o se puede remediar?