Los títulos simples de Nubya García ocultan mundos de complejidad. Fuentesu debut de 2020, rindió homenaje a las raíces de la saxofonista británica en el jazz de Londres y los sonidos diaspóricos afrocaribeños que la inspiraron. Odiseael siguiente, es un trabajo más salvaje y expansivo: una verdadera búsqueda de un disco con arreglos orquestales ornamentados, mezclas meticulosamente estratificadas e innumerables giros y vueltas.
Esa combinación no siempre resulta fácil de escuchar, al menos al principio. Fuente Fue aventurero, pero sus fuertes líneas melódicas y su disposición alegre eran relativamente agradables para los oídos, ayudadas por una saludable dosis de hip-hop, soul y reggae. Odisea es más complejo: una obra triste e imponente compuesta por cientos de partes móviles. A veces, como en la frenética canción que da título al álbum o en el clímax de la turbulenta canción inicial, “Dawn”, con Esperanza Spalding, suena como si toda la banda estuviera haciendo un solo simultáneamente, una experiencia desconcertante pero estimulante. “The Seer” se siente casi enfurecido: la batería enorme de Sam Jones, inspirada en el ritmo roto, se hace añicos contra los golpes de piano oscuramente dramáticos de Joe Armon-Jones, el contrabajo impaciente de Daniel Casimir y el tenor de García, que tiene la sensación de nerviosismo de un dolor de cabeza en una tarde húmeda.
Un par de canciones más tranquilas completan la sección media del álbum, pero ni siquiera estas son exactamente relajadas, a pesar de los tempos más lentos. La temblorosa melodía vocal de Georgia Anne Muldrow en “We Walk in Gold” nunca parece resolverse del todo, y la canción está cargada con el aire nervioso de una tormenta que se avecina, y finalmente se va construyendo hacia un clímax irascible. El arreglo de cuerdas de “Water’s Path” gira y se balancea como un juguete de cuerda mientras toca el opulento solo de violonchelo de James Douglas. A veces, esta intensidad se siente deliciosamente contradictoria: en “Solstice”, la banda explora el conflicto interno entre la batería nerviosa y nerviosa y el solo suntuoso y sumamente seguro de saxofón tenor de García.
Los géneros contemporáneos que García exploró en Fuente están menos presentes en Odisea. Las estimulantes líneas de batería de Jones a veces recuerdan al drum’n’bass o al broken beat; “Set It Free”, con Richie de Kokoroko, se vincula con la revitalizante primavera del hip-hop; y el tema final “Triumphance” es, a todos los efectos, dub jazz. Pero estas son excepciones. En su lugar hay arreglos orquestales cuyo aire majestuoso recuerda al jazz sinfónico de Kamasi Washington. La épica.
Al igual que la obra maestra de Washington, Odisea Requiere un cierto grado de concentración, pero el álbum es más rico por su lentitud a la hora de revelar sus cartas. Aparecen nuevos momentos destacados con cada interpretación. Considere, por ejemplo, cómo la batería y el piano juegan al gato y al ratón a mitad de “Odyssey”; o el exuberante tono de saxofón de García que conduce a la banda a través de una serie inquietante de cambios de acordes hacia el comienzo de “In Other Words, Living”; o el toque de reggae tan sutil que sustenta “Clarity”. Otra interpretación podría producir un conjunto completamente diferente de revelaciones.