En España, el 11% de las mujeres mayores de 16 años ha sufrido violencia física por parte de su pareja o expareja en algún momento de su vida. La violencia sexual la ha sufrido el 8,9%, y el 31,9% ha denunciado haber sido objeto de violencia psicológica. Un porcentaje abrumador de estas mujeres (más del 80% en las tres categorías) dice que los episodios ocurrieron más de una vez.
Estas cifras están extraídas de la macroencuesta de violencia contra las mujeres de 2019, realizada por el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España. Después de pasar por estas experiencias, algunas de estas mujeres enfrentan otro proceso que puede ser igual de doloroso: denunciar la violencia y pasar por los procesos judiciales.
En su estudio El impacto de la violencia de pareja en las mujeres en los juzgados penales: más allá de la dicotomía víctima-superviviente, Alazne Aizpitarte, Josep Maria Tamarit-Sumalla, Patricia Hernández-Hidalgo y Laura Arantegui Arràez, investigadoras del grupo Sistema de Justicia Penal (VICRIM ) de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), examinan cómo la autopercepción de un grupo de 23 mujeres residentes en España estaba determinada por la experiencia de sufrir violencia ejercida por su pareja, y por su interacción con los profesionales de la justicia .
Un proceso que lleva a la revictimización
La experiencia de sufrir violencia, miedo e intimidación por parte de la pareja tiene un efecto importante en la autopercepción de las mujeres. Como resultado, muchas sufren de sentimientos contradictorios, baja autoestima y una complejidad psicológica que las hace claramente vulnerables, siendo esto evidente cuando denuncian la violencia y tienen que afrontar el proceso judicial.
«Es importante entender que las víctimas de violencia de género tienen un bagaje emocional cuando llegan al sistema de justicia penal», explica Patricia Hernández-Hidalgo, miembro de los Estudios de Derecho y Ciencias Políticas de la UOC, investigadora del grupo de investigación VICRIM y profesora coautor del estudio.
“Su experiencia con este sistema no es inofensiva para ellos, pues por su particular vulnerabilidad emocional corren un mayor riesgo de ser revictimizados por el propio sistema: muchos de ellos se sienten juzgados y cuestionados por las personas que trabajan en el sistema de justicia, sienten que no les creen, no entienden cómo funciona el proceso ni la información que les dan, sienten que tienen que probar su versión de los hechos, y que tienen que encajar en un perfil de una víctima que es débil, sumisa y pasiva».
«Pero, al mismo tiempo, se les dice que enfrenten el problema, terminen la relación, sean fuertes y sigan adelante».
Como ella explica, el sistema de justicia juega un papel crucial en la asignación de victimización a las mujeres que denuncian a sus abusadores. “En este punto del proceso, el sistema reconoce que la mujer es una víctima, y las instituciones en general están orientadas a garantizar sus derechos sociales, laborales y económicos de manera paternalista”.
Las mujeres que pasan por estos procesos a menudo son etiquetadas como víctimas o sobrevivientes. El concepto de víctima se vincula inicialmente a adjetivos con connotaciones negativas, como frágil, débil o dependiente, mientras que el de sobreviviente tiene connotaciones más positivas, como empoderamiento o la capacidad de tomar las riendas de su proceso de recuperación. Sin embargo, ambos conceptos actúan como etiquetas que interfieren en el proceso de recuperación de las mujeres, y son factores clave en su experiencia del sistema de justicia y en la forma en que son vistas por la sociedad.
“En nuestro estudio, encontramos que la dicotomía entre víctima y sobreviviente es insuficiente para acomodar la compleja casuística de estas situaciones. Lo realmente interesante e importante es entender que el proceso de curación es personal para cada víctima, y que lo importante es seguir adelante y no quedar anclados en el papel y la etiqueta de víctima», dijo.
“Eso es lo que deberíamos estar ofreciendo a las mujeres maltratadas como sociedad, sin etiquetarlas, sin juzgarlas, ayudándolas a su ritmo, teniendo en cuenta sus circunstancias especiales y la posición que cada una de ellas pueda tener en cuanto a su situación y su experiencia».
El testimonio de 23 mujeres
El estudio se basa en las experiencias de 23 mujeres residentes en España que sufrieron violencia en sus relaciones heterosexuales y relataron lo que les había sucedido. Hay diferencias significativas en sus relatos en cuanto a cómo afrontaron el proceso y su autopercepción.
Los resultados muestran el impacto psicológico negativo que a menudo tiene en las víctimas la interacción con personas que trabajan en el sistema de justicia: «Muchas de ellas dijeron que se habían sentido cuestionadas, juzgadas o no escuchadas», afirma el estudio. Asimismo, hay algunas cuestiones que son inherentes al proceso judicial (por ejemplo, las relativas a las implicaciones de la presunción de inocencia), mientras que otras surgieron de factores que no eran legales (como los prejuicios derivados de la visión patriarcal de la mujer como particularmente vulnerable y frágil).
Según los investigadores, estas narrativas muestran la tendencia del sistema de justicia a reproducir la dinámica de atribución social de los rasgos de victimización. “Como sociedad, y como consecuencia del marco conceptual de la Ley Orgánica 1/2004, la imagen que tenemos de la mujer maltratada es de mujer débil, vulnerable, pasiva, que necesita una protección especial. Eso se resume en una visión de la ‘ buena víctima», que cumpla con las expectativas de la sociedad y que sea considerada elegible para los servicios de atención y ayuda», dijo Hernández-Hidalgo.
“Pero, ¿qué sucede cuando una mujer abusada no se ajusta a ese perfil? ¿Qué sucede cuando no se ve desarreglada, ni desgastada, ni débil, ni viste bien y está cuidadosamente maquillada cuando viene a declarar en la corte? las mujeres que entrevistamos nos explicaron que, al aplicarles esta descripción, se cuestionaba su condición de víctimas, utilizando frases como ‘no encajas en el perfil de víctima de violencia de género’. Estas situaciones son sin duda lamentables por el daño psicológico adicional que provocan a estas mujeres, y son consecuencia de trabajar sobre la base de clichés y etiquetas”.
Principales conclusiones
La principal conclusión del estudio es que la amplia gama de experiencias no puede limitarse a la dicotomía víctima-sobreviviente, y que dentro del sistema de justicia penal el proceso de etiquetado basado en clichés e ideas preconcebidas sobre cómo debe ser y comportarse una ‘buena víctima’ como es muy influyente.
Los sistemas basados en este punto de vista reduccionista son inadecuados e insuficientes para dar respuesta a las necesidades de las mujeres que han sufrido o sufren violencia de género, y además aumentan el riesgo de victimización secundaria.
Lo que ha demostrado ser positivo para estas mujeres es liberarse de su maltratador, recibir ayuda psicológica y el paso del tiempo. En la mayoría de los casos, no encuentran útiles sus experiencias durante el proceso legal. Sin embargo, existen algunas estrategias que podrían ayudar a que el sistema de justicia sea más receptivo y sensible a estos casos:
- Brindar capacitación especializada a los profesionales que trabajan en el sistema de justicia.
- Crear servicios y puestos profesionales específicos para apoyar, formar y preparar a estas mujeres para que puedan afrontar el impacto del proceso judicial.
- Brindándoles formas de participar activamente en el proceso judicial sin sentirse abrumados, para ayudarlos a sentirse capaces de hacer frente a la situación y reforzar su determinación.
- Aplicar un enfoque a la sentencia que aborde el daño causado por el delincuente en lugar de centrarse simplemente en el castigo.
“Una forma de mejorar los procedimientos sería ir más allá de la presunción de vulnerabilidad en relación al género femenino, y mirar caso por caso la situación real. Deberíamos tratar de ofrecer una respuesta lo más ajustada posible a cada caso”. mujer posible, y poner fin a la prohibición de la mediación penal, pero dejando abierta su aplicación a los casos en que sea posible», dijo Hernández-Hidalgo.
El sistema podría encontrar un apoyo significativo en los resultados obtenidos de la investigación académica en términos de mejorar este proceso y responder a las demandas de la sociedad. También sería útil evaluar las intervenciones que se realizan, para determinar si las intervenciones son útiles y qué aspectos hay que cambiar.
“En definitiva, necesitamos escuchar a las mujeres que han sufrido violencia de género para conocer de primera mano cuáles son sus necesidades, los problemas a los que se enfrentan y los aspectos que se pueden mejorar en cuanto a brindarles atención y asistencia”, concluyó Hernández. -Hidalgo.
La investigación se publica en la revista Víctimas y delincuentes.
Más información:
Alazne Aizpitarte et al, El impacto de la violencia de pareja en las mujeres en los tribunales penales: más allá de la dicotomía víctima-superviviente, Víctimas y delincuentes (2023). DOI: 10.1080/15564886.2022.2159904
Proporcionado por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
Citación: Mujeres víctimas de violencia de género: ¿Cómo afectan las experiencias de la justicia en su autoestima? (2023, 27 de abril) consultado el 27 de abril de 2023 en https://phys.org/news/2023-04-female-victims-gender-violence-justice.html
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