Myriam Gendrón May Day Marca la evidente evolución de una compositora que se inició tocando canciones de Leonard Cohen en la calle en el Metro de París, cuyo lanzamiento en 2021 Ma délire – canciones de amor, objetos perdidos y encontrados Canciones populares tradicionales de Quebec reinventadas. Se trata de mensajes directos y fundamentados del inconsciente colectivo, melodías para barrer suelos, talar árboles o duelos que podrían haber existido desde siempre. Entre su debut en 2014, No tan profundo como un pozodonde Gendron puso música a la poesía de Dorothy Parker, y en el nuevo disco, la artista radicada en Montreal ha afilado su conjunto de herramientas desgastadas por el tiempo: la voz y las cuerdas de la guitarra, tan veloces e inquietas como un gorrión en sus manos.
La voz de Gendron es terrenal y sin adornos, una navaja suiza que puede herir estoico o melancólico. En parte Convención de Fairport y en parte Josephine Foster, su trino toma canciones como “Look Down That Lonesome Road” y las arraiga aún más profundamente en la tradición popular, produciendo un sonido que sería tan cómodo en casa resonando en un gramófono como en un la tala de bosques. Al escuchar una canción como “Terres Brulées” (“Tierra quemada”), puedes cantar la melodía, como si la recuperaras de un recuerdo enterrado. Líricamente, estas canciones están cubiertas de tierra y azotadas por el viento, y se cantan alternativamente en inglés y francés. “J’inventerai des aubes constellées d’hirondelles/J’écorcherai le froid tout gris qui nous appelle”, canta (“Inventaré amaneceres tachonados de golondrinas/rascaré el frío gris que nos llama”). Más tarde, en “Quand j’étais jeune et belle” (“Cuando yo era joven y bonita”), describe a un amante empapado y helado por la lluvia, que le propone casarse bajo las ramas de un roble.
Pero los momentos más brillantes del disco ocurren cuando lo tradicional roza lo hipermoderno, como una cerilla contra la leña. El electrizado rasgueo del más cercano “Berceuse” choca espectacularmente con el chirrido de free-jazz del saxofón de Zoh Amba, y los riffs de Marisa Anderson en “Long Way Home” electrizan la historia de Gendron sobre cómo fue arrojado en pedazos, solo en el océano. La febril batería de Jim White en el tema destacado del álbum “Lully Lullay” se lee como una mente inquieta atada a un par de pies robustos, el tira y afloja entre el estribillo lento y constante de Gendron y los platillos frenéticos generando una tensión convincente. May DayLas mejores canciones son organismos vivos, inestables y cinéticos, en estado de cambio. Con raíces en lo tradicional (“Lully Lullay” se inspiró en la variante de los Apalaches del “Coventry Carol” inglés del siglo XVI), estas pistas caminan por la cuerda floja entre lo profundamente familiar y lo abstracto, sugiriendo canciones de cuna con bordes dentados. Para “Berceuse”, eso es más literal: en francés, Gendron canta “Ve a dormir, hija mía”, antes de que el extraño saxofón nos lleve hacia lo surrealista.
El orden de las pistas diluye parte de esta magia. El primer álbum, “There Is No East or West”, una melodía acústica peripatética, se siente como un preámbulo prolongado del chasquido más convincente de “Long Way Home”, con su batería como un corazón palpitante. Comenzar a fuego lento antes del estribillo de la segunda canción, “Oh madre, otra/Haz mi cama”, es una apuesta y se corre el riesgo de etiquetar mal un LP que de otro modo sería dinámico.
Sin embargo, como un devastador pareado de Dorothy Parker, un villancico de hace 500 años o los primeros compases de “Suzanne”, hay momentos en May Day que se sienten esenciales, sacados del éter como si siempre hubieran existido. Estas quimeras del pasado y del presente ilustran lo que Gendron hace mejor: desenterrar sonidos atemporales sólo para perturbarlos, reimaginar lo que es atemporal para este momento preciso.