El movimiento antimilitar de Sudán, que ha estado protestando desde un golpe de estado en octubre del año pasado, culpa a los gobernantes del país por un estallido de violencia en el estado del Nilo Azul.
Más de 30 personas han muerto y 100 han resultado heridas, dicen funcionarios sudaneses y de la ONU, en el derramamiento de sangre que comenzó la semana pasada.
Los enfrentamientos son entre las tribus Hausa y Fung en el estado del sureste que limita con Etiopía.
Ha habido brotes esporádicos de violencia en varias partes de Sudán a pesar de un acuerdo de paz a nivel nacional firmado con algunos grupos rebeldes en 2020. Los manifestantes han acusado a los militares de avivar el conflicto interno y no proteger a los civiles.
Ahmed estaba entre los manifestantes en la capital, Jartum, y dijo que había habido mucha «violencia excesiva y extrema», pero que «la revolución continúa».
Los líderes militares han dicho que la toma de posesión de octubre fue necesaria para preservar la estabilidad de Sudán en medio de luchas políticas internas.
Dicen que están trabajando para construir sobre el acuerdo de paz de 2020. Las autoridades dijeron el domingo que reforzarían la seguridad en el estado del Nilo Azul e investigarían los enfrentamientos. Se ha declarado toque de queda en dos localidades.