Del 11 de marzo al 12 de junio de 2022, el Museo Van Gogh de Ámsterdam dedica una exposición a la serie de pinturas de Olivares que Vincent Van Gogh pintado durante su estancia en el asilo de Saint-Rémy.
Imágenes: Vincent van Gogh, “Olive Trees” (o “Olive Trees with Yellow Sky and Sun”), noviembre de 1889, óleo sobre lienzo, 73,6 × 92,7 cm, Minneapolis Institute of Art ·· Vincent van Gogh, “Olive Trees”, Junio de 1889, óleo sobre lienzo, 73,2 × 92,2 cm, Museo de Arte Nelson-Atkins, Kansas City.
Un sol implacable arroja sus rayos desde el cielo en el cuadro ‘Olivos con cielo amarillo y sol’ [illustrated here] Los árboles están a punto de huir, pero una sombra pesada y pegajosa parece detenerlos. Su existencia se convierte en servidumbre. No hay nada que indique un crecimiento libre; por el contrario, las ramas, fuertemente dobladas unas contra otras, se resisten a tomar su dirección habitual hacia la luz. Han cubierto sus malformaciones con espesas excrecencias: la materia sufre por sí misma
Ingo F Walther
Durante su estancia de un año en el asilo de Saint-Rémy, Van Gogh creó algunos 15 pinturas que representan los olivares que rodean el asilo. Aunque a Van Gogh le fascinaban las formas de los olivares, y cómo los iluminaba el sol y el ambiente provenzal, estas pinturas son más que una simple representación de la naturaleza. Para Van Gogh, los olivos -además de los cipreses- tenía un profundo significado espiritualy varios de ellos fueron creados como una réplica personal de Paul Gauguin “Cristo en el Huerto de los Olivos“.
En colaboración con el Museo de Arte de Dallas, el Museo Van Gogh ha reunido estas pinturas de olivares en la que es la primera exposición dedicada exclusivamente a esta serie. En la mayoría de las pinturas, los olivares se muestran vacíos. En muchos de ellos, similar al de Van Gogh “sous-bois” serie de pinturas, no hay fondo ni contexto, solo los árboles con sus ramas torcidas y desiguales, desprovistas de toda elegancia o majestuosidad. En otros, como el citado “Olivos con cielo amarillo y sol“, se nos muestra la tierra y el cielo, representados, como los árboles, con pinceladas enérgicas y ondulantes.
En otras pinturas, como “Los recolectores de aceitunas” en la Fundación Goulandris hay una presencia humana, pero incluso esto es triste, anónimo, desprovisto de cualquier emoción. Ni siquiera se aprecia el esfuerzo del trabajo humano, como en los cuadros de Jean-François Millet -tan admirado por Van Gogh-. Las figuras son estoicas, resignadas, casi robóticas, como una prolongación de las ramas retorcidas de los olivares.