Si piensas en otros artistas mientras escuchas gran nadador, Eso no se le escapa al rey Ana. La cantante Hannah Merrick nombra a Bill Callahan, titula una canción en honor a John Prine y recluta a Sharon Van Etten para dos canciones; el álbum, el segundo de Merrick, es claramente producto de esas influencias. Es fácil escuchar ecos del humor seco de Callahan y la voz lastimera de Van Etten; También me vienen a la mente las improvisaciones meditativas de Cassandra Jenkins y las observaciones drogadas de Courtney Barnett. Todo está al servicio del estilo de escritura serpenteante de Merrick, que encuentra significado en pequeñas viñetas nacidas de sus viajes por Estados Unidos. En su mejor momento, Nadador Se siente como estar sentado junto al dúo de Merrick y el guitarrista Craig Whittle, como un vlog de gira con música. Porque es tan relajado, Nadador No necesariamente intenta trascender sus inspiraciones, pero es encantador por derecho propio.
Merrick pasa gran parte del álbum yendo por la tangente en una voz baja e inexpresiva, como si estuviera grabando notas de voz exhaustas que documenten el viaje de un día determinado. Muchas de esas tangentes son genuinamente divertidas, como la entrevista de trabajo que abre “Nueva York, no hagamos nada”: “Él dijo: ‘Entonces cuéntame algo sobre ti’/Le dije: ‘Bueno, yo también soy cantante y músico. ‘/Él dijo: ‘Oh, no, otro no’”. En otros lugares, el comentario se pierde entre reflexiones errantes sobre las máquinas expendedoras, como en “Somewhere Near El Paso”, de ocho minutos de duración. En los momentos más convincentes del álbum, las observaciones llevan a alguna parte: Merrick reflexiona cada vez más mientras ve documentales sobre crímenes reales en “Suddenly, Your Hand”, desesperado por la insensibilidad de los asesinos en serie sin poder alejarse. Merrick se disculpa por su obsesión justo al final (“Y lo he dicho antes y lo diré otra vez/Lamento mucho todos los estados de ánimo en los que me pongo”), pero el solo de guitarra final de Whittle continúa mucho después. , prolongando la fijación.
Cada vez que el álbum rompe con su flujo de conciencia, muestra un sentido de identidad más claro. El arma secreta de Merrick es su voz altísima, que contrasta efectivamente con el Sprechgesang de gran parte del disco. En la canción principal, Merrick juega con su fraseo vocal, acelerando y desacelerando como una máquina de cinta humana, lo que lo hace más llamativo cuando dice: “Si se siente bien hacerlo entonces”, en el estribillo. En “Lily Pad” y “Davy Says”, Whittle sube el volumen de sus guitarras: la primera es un homenaje intencional a Slint (completo con una referencia a la Tierra de arañas portada del álbum) y este último es una canción pop sencillamente pegadiza. Las estructuras de las canciones más estrictas son un bienvenido bálsamo contra la tendencia del dúo a deambular. “Lily Pad” cambia de rumbo a mitad de camino, y ese cambio golpea más fuerte por su brusquedad.