Los informes de incidentes cerca de instalaciones nucleares en Ucrania y Rusia han alarmado a los funcionarios de la ONU, haciéndose eco de advertencias anteriores del jefe del OIEA, Rafael Grossi, sobre posibles amenazas a estos sitios en ambos países.
Miroslav Jenča, Secretario General Adjunto para Europa, Asia Central y las Américas, dijo «estamos alarmados por los incidentes reportados alrededor de instalaciones nucleares en Ucrania y Rusia» durante la reunión del Consejo de Seguridad el miércoles.
En agosto, un ataque con drones cerca del perímetro de una planta, un incendio que causó daños importantes en una torre de refrigeración y la actividad militar en curso cerca del lugar han suscitado graves preocupaciones, según Jenča. También mencionó las crecientes preocupaciones sobre la seguridad de la central nuclear rusa de Kursk, donde se encontraron restos de drones en las instalaciones.
Robert A. Wood, representante alterno de los Estados Unidos para Asuntos Políticos Especiales ante la ONU, criticó al Kremlin por poner en peligro la seguridad de la central nuclear de Zaporizhia y pidió a Rusia que atienda las demandas de más de cien miembros de la Asamblea General de la ONU y devuelva el control de la planta a las autoridades ucranianas.
Wood reafirmó el apoyo inquebrantable de Estados Unidos a Ucrania, destacando los recientes acuerdos de seguridad y el apoyo internacional a través del Pacto de Ucrania con los aliados de la OTAN.
El representante ruso, Dmitri Polianski, declaró: “Las fuerzas rusas están despejando los últimos bastiones que las fuerzas ucranianas tenían desde 2014. Esto es sólo el comienzo; Ucrania tendrá que pagar con creces por la aventura de Kursk”.
El Representante Permanente de Ucrania ante la ONU, Sergiy Kyslytsya, ofreció un relato de la devastación actual en Ucrania.
“Durante más de dos años, Ucrania ha estado soportando el mayor terrorismo aéreo de la historia de la humanidad”, dijo Kyslytsya, detallando los extensos ataques con misiles, drones y bombas llevados a cabo por Rusia. Kyslytsya describió las acciones de Rusia como indicativas de un “régimen criminal” que no tiene ningún respeto por la vida humana ni la moralidad, tanto dentro de sus propias fronteras como a nivel internacional.