Aproximadamente 1,6 millones de personas en los Estados Unidos aún no saben oler ni saborear, varios meses después de haber sido afectados por COVID-19. En los últimos tiempos, numerosas personas diagnosticadas con COVID-19 han experimentado, al menos una vez, una variación en su capacidad del gusto o del olfato. Ante esta gran proporción, el mecanismo detrás de la pérdida del olfato/gusto tras la infección es incierto. Según una investigación actual, cuatro de cada cinco pacientes con COVID-19 tarde o temprano recuperan sus capacidades sensoriales. Sin embargo, la pérdida prolongada de sus capacidades puede ejercer un impacto en su salud mental y física.
Adam Auton y sus colaboradores realizaron un estudio de asociación de todo el genoma después de recopilar datos de encuestas en línea enviadas por 69 841 participantes, de los cuales el 37 % eran hombres y el 63 % mujeres. Todos los participantes eran mayores de 18 años y residentes en Reino Unido o Estados Unidos. Los investigadores identificaron un grupo de variantes ubicadas cerca de dos genes, a saber, UGT2A2 y UGT2A1 después de la infección.
En su artículo, publicado la semana pasada en Nature Genetics, mencionaron que estas variantes aumentaban en un 11% la posibilidad de que una persona experimentara la pérdida del gusto o del olfato luego de ser infectado con el SARS-CoV-2. Los genes UGT2A2 y UGT2A1 producen enzimas, que se crean en las células presentes cerca del revestimiento interno de la nariz. Estas enzimas ayudan a eliminar los odorantes (sustancias que dan un olor particular) adheridos a los receptores asociados con la detección del olfato.
Este descubrimiento reciente establece una asociación genética entre los mecanismos biológicos de COVID-19. Adam Auton y sus colegas hicieron una comparación entre el 68 % (47 298) de los participantes que habían experimentado la pérdida del gusto o el olfato con el 32 % de los individuos positivos para SARS-CoV-2 que no experimentaron estos síntomas. Además, su equipo de investigación reconoció un locus de interés solitario en chr4q13.3 (brazo q del cromosoma 4).
Adam Auton mencionó que este hallazgo novedoso se puede citar como un ejemplo sorprendente de ciencia en el que los investigadores trabajaron con un número considerable de participantes y obtuvieron con éxito ciertos discernimientos biológicos sobre este síndrome que ha afectado a personas en todo el mundo. Sin embargo, el equipo de investigación aún debe investigar el mecanismo que involucra a los genes UGT2A1 y UGT2A2 en la pérdida de las percepciones sensoriales. Ellos plantearon la hipótesis de que estos genes posiblemente juegan un papel importante en la fisiología de las células infectadas con SARS-CoV-2, y el deterioro posterior conduce a la pérdida del olfato.
El descubrimiento destacó que las mujeres tenían más probabilidades de experimentar pérdida sensorial (11% más) que sus contrapartes masculinas. Mientras tanto, los adultos de entre 26 y 35 años representaron el 73% del grupo afectado. El equipo de investigación también descubrió que las personas con ascendencia afroamericana o del este de Asia tenían menos probabilidades de revelar una pérdida del gusto o del olfato. A pesar de que se desconoce la causa de este hallazgo, Auton mencionó que el resultado posiblemente no se atribuyó a las variantes genéticas del locus identificado. Además, destacó el sesgo hacia las personas de ascendencia europea debido a datos de referencia inadecuados.
Este hallazgo agrega evidencia a los mecanismos biológicos detrás de la pérdida de habilidades sensoriales asociada con COVID-19. Sin embargo, los investigadores no diferenciaron entre la pérdida del olfato y del gusto, los cuales se investigaron mediante un cuestionario de encuesta. Concluyeron afirmando los beneficios de la posible replicación clínica de la condición, en lugar de depender de los síntomas de la enfermedad autoinformados.
Referencias
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ilustración destacada: Dana Dumea.