Desde que fue destituido de su cargo en una moción de censura la primavera pasada, Khan ha emprendido una campaña de desafío sin precedentes contra el poderoso sistema militar de Pakistán, que según los analistas estuvo detrás de su ascenso y caída del poder.
Su arresto fue ampliamente visto como una venganza ordenada por los altos mandos después de que repitiera acusaciones incendiarias de que tramaron un intento de asesinato en su contra.
El HRCP dijo que «la supremacía civil se ha convertido en la mayor víctima» de la profundización de la crisis política, que se produce cuando Pakistán sufre una economía estancada y una situación de seguridad que empeora.
«La incapacidad del gobierno, o la falta de voluntad, para salvaguardar la supremacía civil» y la «incesante humillación de la ley por parte del PTI… ha llevado a que la interferencia militar en la política sea inevitable», dijo Jilani.
Mientras tanto, el miércoles, Human Rights Watch criticó a Islamabad por aceptar juzgar a 33 civiles en tribunales militares por presuntamente atacar instalaciones del ejército durante los disturbios.
«Los tribunales militares de Pakistán, que utilizan procedimientos secretos que niegan los derechos al debido proceso, no deben utilizarse para enjuiciar a civiles», dijo Patricia Gossman, directora asociada para Asia.
A medida que continúa la represión contra PTI, varias figuras de alto nivel han desertado, dejando a la ex estrella del críquet Khan cada vez más aislada.
Dice que se están utilizando los arrestos para forzar las renuncias. No obstante, sigue siendo, de lejos, el político más popular de Pakistán.