Los músicos de rock no son precisamente conocidos por su consideración. Un poco de descaro suele ser una buena política para aquellos que buscan sacudir el mundo con su sonido. Pero llega un punto en el que el comportamiento detestable es simplemente demasiado para cualquiera, sin importar cuán rudo pueda parecer el delincuente, y en la ciudad de Nueva York, hemos superado ese punto. La mayoría de los días, Dave Jay Gerstein, del grupo neoyorquino de power pop The Sound Of Monday, es tan recalcitrante como cualquiera al frente de una banda pegadiza, prolija, mordaz y maravillosamente mordaz. Sin embargo, sus irritantes vecinos lo han empujado demasiado lejos y, en respuesta, ha hecho lo que hacen los buenos rockeros: ha escrito una canción al respecto.
En «Hey, Inconsiderate!», le está dando una patada a todos los que han permitido que estos tiempos difíciles cubran su comportamiento antisocial. The Sound Of Monday tiene un mensaje para todos los ladrones de espacio, cerdos de la carretera, habladores demasiado ruidosos, interruptores egoístas y comerciantes de malas vibraciones: es hora de dejarlo. Dado que es un buen tipo y un compositor ganador, no es *demasiado* malo al respecto; dado que es un maestro de la melodía, suelda su sentimiento en una pista que es tan propulsora como las atracciones, tan elegante como el Bowie de principios de los 80 y tan inolvidable como los Beach Boys. Esa es su estrategia, y es muy buena: usará su dominio sobre la pegajosidad para clavar el anzuelo en la cabeza de los malhechores y pedirles que reconsideren. ¿O tal vez solo cantarán? – De cualquier manera, tiene un éxito independiente en sus manos. Es algo irreductible, irascible e inolvidable; es una declaración de intenciones de un rockero dedicado que ha estado en el juego demasiado tiempo para sufrir tontos.
Lo más alarmante del clip descarado, colorido y con frecuencia hilarante de Evan Seplow de «¡Hey, Inconsiderate!» Así de normal parece todo. Las humillaciones cotidianas que debe sufrir Dave Jay Gerstein mientras deambula por Manhattan serán familiares para cualquiera que haya pasado una tarde en la ciudad. Se enfrenta al comportamiento egoísta de sus compañeros del metro, a la obstrucción descuidada de los peatones en la acera e incluso al comportamiento desagradable de un perro descarriado. Todo es suficiente para hacerte sentir por él y simpatizar con su misantropía, hasta que llega a casa al final del clip y descubre con qué facilidad pueden cambiar esas tornas.
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