la ONU Consejo de Derechos Humanos dijo el lunes.
El estado de emergencia se aprobó por primera vez en marzo de 2022, e inicialmente por un mes, pero desde entonces se ha renovado, generando una ola de encarcelamiento masivo.
Los expertos pidieron el levantamiento inmediato de la medida y que el Gobierno revisar los nuevos poderes de barrido introdujo para abordar el problema de las pandillas en el país.
Pisoteando los derechos
“El estado de emergencia fue declarado luego de una serie de asesinatos relacionados con pandillas. A pesar de su obligación de proteger a los ciudadanos de actos tan atroces, el Gobierno no puede pisotear el derecho a un juicio justo en nombre de la seguridad pública”, dijeron en una declaración.
Los expertos de la ONU instaron a las autoridades a garantizar que las personas no sean arrestadas por mera sospecha de pertenencia a una pandilla o asociación sin autorización legal suficiente.
Los detenidos también deben contar con todas las salvaguardias fundamentales exigidas por el derecho internacional de los derechos humanos y garantizar el debido proceso.
Muchas detenciones arbitrarias
Señalaron que en septiembre de 2022, las cifras oficiales indicaban que unas 58.000 personas habían sido detenidas. Un Decreto Ejecutivo emitido seis meses después puso el número en “más de 67.000”.
La información recibida indica que muchas de estas detenciones son arbitrarias y algunas constituyen desapariciones forzadas de corta duración, según los expertos.
“La prolongación del estado de emergencia, junto con la legislación que permite mayor vigilancia, enjuiciamiento más amplio y determinación más rápida de la culpabilidad y la sentencia conlleva el riesgo de violaciones masivas del derecho a un juicio justo”, agregaron. “A los atrapados en la redada del Gobierno en El Salvador se les deben dar sus derechos”.
Expresaron su preocupación por la confianza del Gobierno en el concepto de “delito flagrante permanente” para influir en los arrestos sin orden judicial de personas sospechosas de ser pandilleros.
Audiencias multitudinarias, ‘jueces sin rostro’
Según los informes, las audiencias judiciales iniciales se celebraron en grupos de hasta 500 personas. Además, los defensores públicos han recibido algunos tres a cuatro minutos presentar los casos de 400 a 500 detenidos a la vez, y también se han reportado juicios masivos.
“Las audiencias y los juicios masivos, a menudo realizados de manera virtual, socavan el ejercicio del derecho a la defensa y la presunción de inocencia de los detenidos”, dijeron los expertos.
“El uso excesivo de la prisión preventiva, la prohibición de medidas alternativas, los juicios en rebeldía y la posibilidad de utilizar prácticas como ‘jueces sin rostro’ y testigos de referencia atenta contra las garantías del debido proceso”.
Las familias también afectadas
Miles de familias también se han visto severamente afectadas económicamente, agregaron los expertos, ya que han tenido que incurrir en costos adicionales defender a sus familiares y velar por su bienestar, salud y seguridad.
Dijeron que las medidas amenazan con criminalizar a las personas que viven en las zonas más empobrecidas y que han sido ellas mismas objetivo de las pandillas en el pasado.
Los expertos advirtieron que el nivel de perturbación e interferencia en el sistema de justicia corre el riesgo de limitar el acceso a la justicia para todos los salvadoreños.
“Conduce a demoras indebidas tanto en casos civiles como penales, tiene un impacto negativo en las garantías del debido procesoprotección contra la tortura y del derecho a la vida, y puede conducir a un aumento del hacinamiento en los lugares de detención”, dijeron.
Acerca de los expertos de la ONU
Los tres expertos que emitieron la declaración son Margaret Satterthwaite, Relator Especial sobre la independencia de los magistrados y abogados; Fionnuala Ní Aoláin, Relator Especial sobre la promoción y protección de los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo, y Morris Tidball-Binz, Relator Especial sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias.
Reciben sus mandatos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra.
Los relatores especiales y otros expertos independientes no son personal de la ONU y no se les paga por su trabajo.