Edmundo González Urrutia pasó de gozar de una relativa tranquilidad como jubilado escribiendo artículos y moderando foros políticos en línea desde su hogar, a convertirse en un exiliado. Esto luego de aceptar ser candidato presidencial y ganar, según la oposición venezolana, los comicios presidenciales del 28 de julio.
González Urrutia, un embajador retirado de 75 años, pasaba su tiempo libre alimentando guacamayas en el balcón de su apartamento en Caracas, compartiendo con su esposa y otros familiares, leyendo o escribiendo. Constantemente ofrecía entrevistas a periodistas que solicitaban sus análisis internacionales.
En una entrevista con la Voz de América dijo que, al igual que el resto de los venezolanos, enfrentaba las fallas de los servicios públicos y que el monto de su jubilación no le permitiría cubrir «ni una hamburguesa»: vive de ahorros y de, entre otras fuentes, del ingreso del alquiler. de un apartamento.
Su tranquilidad en el rol de jubilado, esposo, padre y abuelo cesó cuando se registró como candidato por la coalición opositora. González Urrutia, considerado por la oposición el presidente electo de Venezuela, entre 2013 y 2015 fue representante internacional de la opositora Mesa de la Unidad Democrática, ahora conocida como Plataforma Unitaria Democrática.
Al principio el objetivo era “guardar el puesto” hasta lograr postular a otro aspirante, tras los impedimentos para inscribir a María Corina Machado, ganadora de la primaria presidencial opositora, pero inhabilitada para ejercer cargos públicos. Pero, en medio de las tareas gubernamentales, terminó convirtiéndose en el candidato opositor.
Pasó su cumpleaños número 75 resguardado en la residencia de la embajada de los Países Bajos en Caracas, de acuerdo con Caspar Veldkamp, su ministro de Asuntos Exteriores, y luego se marchó a la legación diplomática de España.
Allí, según información de la cancillería española, decidió solicitar asilo político, en medio de una “ola de represión” y persecución contra la oposición, y una orden de arresto en su contra tras la publicación en una web de las actas que lo dieron como ganador de la elección presidencial con el 67 % de los votos.
La fiscalía lo investiga por la presunta comisión de los delitos de “usurpación de funciones, forjamiento de documento público, instigación a la desobediencia de leyes, conspiración, sabotaje a daños de sistemas y asociación”.
González Urrutia, quien ha denunciado ausencia de garantías por parte del Poder Judicial, considerado un brazo del Poder Ejecutivo, participó por última vez en un evento público el 30 de julio, dos días después de los comicios y desde entonces limitó sus apariciones a videos en redes sociales.
Más de un mes después de los comicios, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela que proclamó a Nicolás Maduro como ganador para un tercer mandato, no ha divulgado los resultados desagregados a pesar de los pronunciamientos de gran parte de la comunidad internacional que no lo ha reconocido como presidente electo.
Con su característico pausado hablar y bajo tono de voz, González Urrutia, manifestó en sus discursos su compromiso de llevar adelante una transición y dijo apostar por una Venezuela en donde nadie sienta temor de ser perseguido por sus ideas.
En varias ocasiones reiteró que su triunfo fue “abrumador” y exhortó a Maduro a respetar los resultados electorales.
Ahora, de acuerdo a Machado, quien insistió en que la vida de González Urrutia corría peligro en Venezuela, su lucha continuará desde el exilio, junto a la diáspora venezolana.
Si bien tuvo una destacada trayectoria diplomática, hasta hace pocos meses González Urrutia era un completo desconocido en el país. Nació en La Victoria, estado Aragua, el 29 de agosto de 1949, y tiene dos hijas; una de ellas vive en Madrid.
Cursó la carrera de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Entre 1991 y 1993 fue embajador de Venezuela en Argelia y entre 1998 y 2002, fue embajador en Argentina. En ese tiempo representó a los gobiernos de los exmandatarios Rafael Caldera y Hugo Chávez, quien dejó a Maduro como su heredero político.
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