TÚNEZ, Túnez (AP) — Túnez fue una vez la esperanza del mundo árabe para una nueva era de democracia. Ahora está en medio de una elección que es más una vergüenza que un modelo.
Apenas el 11% de los votantes acudieron a las primera vuelta de las elecciones parlamentarias del mes pasado, boicoteada por los islamistas de la oposición e ignorada por muchos tunecinos desilusionados con sus líderes.
Diez candidatos aseguraron escaños en la legislatura a pesar de que ni un solo votante votó por ellos, simplemente porque se presentaron sin oposición. En siete distritos, ni siquiera un candidato se molestó en presentarse.
El presidente Kais Saied tiene puestas sus esperanzas en la segunda ronda de votaciones del domingo, que concluirá su radical rediseño de la política tunecina que comenzó cuando suspendió el Parlamento anterior en 2021.
El nuevo organismo tendrá menos poderes que su predecesor y corre el riesgo de ser poco más que un sello de goma para Saied. El presidente y muchos tunecinos culparon al parlamento anterior, encabezado por el partido islamista Ennahdha, por el estancamiento político que se considera que empeora la prolongada crisis económica y social del país.
Algunos funcionarios de Ennahdha han sido encarcelados y el partido se niega a participar en las elecciones parlamentarias y ha realizado repetidas protestas.
En la primera ronda de votación del mes pasado, 23 candidatos aseguraron escaños directamente en el parlamento de 161 escaños: 10 de ellos porque se presentaron sin oposición y 13 porque ganaron más del 50% de los votos, según funcionarios electorales.
En la segunda ronda del domingo, los votantes eligen entre 262 candidatos que buscan llenar los 131 escaños restantes. En las siete circunscripciones sin candidato, se realizarán elecciones especiales más tarde para cubrir los escaños, probablemente en marzo.
Desde que Saied fue elegido presidente en 2019 con el 72% de los votos, su apoyo entre los tunecinos se ha debilitado.
Los analistas notan una creciente crisis de confianza entre los ciudadanos y la clase política desde que la revolución de Túnez de 2011 desató los levantamientos de la Primavera Árabe en toda la región y llevó a los tunecinos a crear un nuevo sistema político democrático celebrado con un Premio Nobel de la Paz en 2015.
La vida cotidiana de los tunecinos parece seguir empeorando. En un mercado de alimentos de Túnez, los vendedores luchaban por vender cadenas de dátiles, pescado en hielo, montones de berenjenas y hierbas mientras los compradores lamentaban el aumento de los precios. Pocos parecían pensar que la votación del domingo resolvería sus problemas.
Las sucesivas elecciones “no me han aportado nada”, suspiraba Mohamed Ben Moussa, empleado de una empresa privada.
Mientras tanto, la economía se tambalea.
Según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística, el desempleo supera el 18% y supera el 25% en las regiones pobres del interior del país, mientras que la tasa de inflación es del 10,1%.
Túnez ha estado sufriendo durante varios años déficits presupuestarios récord que afectan su capacidad para pagar a sus proveedores de medicamentos, alimentos y combustible, provocando escasez de leche, azúcar, aceite vegetal y otros productos básicos.
El gobierno tunecino está negociando actualmente un préstamo de 1.900 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, que fue congelado en diciembre.