Pillow Queens hace el tipo de ruido que tiende a florecer en vivo, rugido por los fieles: euforia bruñida del corazón, lirismo desafiante reforzado por armonías irregulares, latigazos de orgullo y un amor descarado por los crescendos. Pero cuando las cuatro mujeres autoeditaron su debut en septiembre de 2020, cuatro años después de formarse, los conciertos quedaron fuera de la agenda. Otras bandas podrían haberse mantenido firmes hasta que tuvieran una mejor oportunidad de ir más allá de su escena local; en nombre y tema, En espera ensalzó la urgencia, y así saltaron las guitarristas, bajistas y líderes Pamela Connolly y Sarah Corcoran, la baterista Rachel Lyons y la guitarrista Cathy McGuinness. Valió la pena. Su primer álbum trascendió las limitaciones físicas de su momento, quizás porque les recordó a los oyentes la energía en vivo que les faltaba, quizás gracias a la composición.
Los optimistas himnos en ciernes de Pillow Queens sobre lo queer, el amor y el catolicismo llevaron a esta banda DIY hasta un lugar en la banda de James Corden. El espectáculo tardío, donde cantaban sobre abandonar la seguridad prometida de una educación religiosa por una vida de aventuras: “Dios, dame la gloria, o no/Tomaré mi suerte/Solo comienza el espectáculo y/Cementa tus pies y toma el salta”, suplicó Connolly a través de una mandíbula tensa en “Liffey”. (Un modelo para la plantilla de Pillow Queens es la bulliciosa, emo, Tegan, la mitad del clásico de Tegan y Sara). La estafa.) Con la normalidad un poco reanudada, la sensación de potencial en su música fue de ellos para realizar en el álbum dos. Pero Deja la luz encendida pierde un poco de aire de sus pulmones.
Cuando perdura, la magia que trajo aquí a Pillow Queens sigue siendo irresistible, aunque es más evidente en una canción que expone el costo de recibir ese tipo de atención. “HowDoILook” de su debut encontró la libertad de las ansiedades corporales en el amor; en “Hearts & Minds”, ser visibles en el escenario y en las sesiones de fotos los hace volver rugiendo. “Lo tomaré de mí mismo, lo guardaré para la habitación”, canta Connolly con el tipo de fervor declarativo que ha convertido a Sam Fender en un ícono en el Reino Unido, aunque se compara desfavorablemente con artistas masculinos que parecen nacidos al escenario: “Se ve divino de lado/Se tira alrededor de la luz”, canta. “Ayuda a la curación de los quebrantados de corazón/Ahí está esa cara otra vez”. Mientras tanto: «Ahora tengo el trabajo», suspira, «atrapa el estómago». La canción vacila de la determinación a una inminente sensación de derrota, luego un ocho medio solitario se convierte en un sprint de doble tiempo, agudizando, berreando y redescubriendo la alegría despreocupada que saca a las bandas de los bloques de arranque en primer lugar. En una era de estrellato ambivalente, ya sea Mitski o Billie, pocos actos han detallado el balance con tanta gracia.