Con una tenue sonrisa y el rostro levemente inclinado Ernest Hemingway mira al mar. Desde su monolito se ve la Bahía de Cojímar con un corto malecón. A un costado, un torreón colonial del siglo XVII.
La historia cuenta que los humildes pescadores de ese poblado donaron las hélices de sus barcos para obtener el metal para hacer el busto del escritor estadounidense, colocado un año después de su muerte en 1961.
Este sábado y domingo los pescadores de Cojímar fueron allí para rendir homenaje al narrador que puso en el mapa de la literatura universal a este pequeño pueblo ubicado a unos 10 kilómetros al este de La Habana.
Depositaron un ramo de flores en el monolito, se subieron a las lanchas y se lanzaron al mar para un torneo de dos días.
“Cojímar es un pueblo de pescadores, se vive de eso aquí, muchas familias se pasan esa tradición, los padres, los abuelos”, explicó a The Associated Press Pablo Mengana, de 52 años, y quien además de capturar peces es carpintero como lo fue su progenitor. “Es una pasión. Cuando estás pescando y sientes al pescado en el nylon (la cuerda) te sientes vivo”.
Poco después Mengana trepó de un salto a una embarcación llamada Delhis y se perdió por la línea del horizonte esperando tener suerte junto a sus compañeros de faena.
Lejos de los reflectores y el glamour de los torneos internacionales anuales con sus yates lustrosos y sus espectaculares capturas y que suelen atraer a personalidades del deporte marino a la isla, en esta ocasión siete barcos entre chicos y medianos con unos cinco pescadores de Cojimar cada uno. Salieron con sus cañas, plomos, anzuelos y carnadas al mar.
En el malecón se desarrolló una verbena popular con juegos para niños, parejas escuchando música y gente tomando fresco.
“Tenía como cinco años y me recuerdo que mi papá me llevaba al muelle y con un pedacito de caña y un ‘naylito’ me ponía a sacar sardinas”, rememoró otro de los participantes del homenaje, Gabriel Arocha, un hombre de 49 años de tez curtida por el sol.
“Nací en Cojimar”, expresó orgulloso Arocha. “Mi papá vivía en Regla (otro pequeño poblado costero) y antes de la revolución tenía barco y venía desde la bahía de La Habana a vela, porque en esa época era así, a Cojimar”.
Ninguno de los participantes de la competencia conoció personalmente a Hemingway (1898-1961), sólo algunos dijeron haber leído su libro. “El Viejo y el Mar”que catapultó al escritor norteamericano a la fama y contribuyó a su premio Nobel en 1954, pero todos aseguran que sus antepasados lo admiraban.
La relación de Hemingway con Cuba y Cojímar fue intensa.
El escritor vivió dos décadas en la isla desde 1928. En 1939 compró una casa llamada Finca Vigía —actualmente un museo— en las afueras de La Habana en la localidad de San Francisco de Paula.
Pero su pasión por la pesca deportiva lo llevó a Cojimar, adonde se hizo amigo de los pescadores y pasaba largas jornadas junto a ellos escuchándolos o sencillamente descansaba en “La Terraza”, un restaurante frente a la bahía y una cuadra del monolito con su busto. .
“Hemingway siempre ha sido venerado por todos los pobladores, de hecho, cuando se decidió hacer la película sobre “El Viejo y el Mar” —protagonizada por el actor Spencer Tracy la cual ganó un Oscar en 1958— fue él mismo quien exigió que se hizo la filmación aquí, en Cojimar”, recordó Andrés Valdés Fuentes, de 60 años y el nieto más joven de Gregorio Fuentes, el marinero a carga del barco Pilar, propiedad del narrador.
“Mi abuelo era español y se sentó en este pueblo. Toda la vida…siempre se dedicó a la pesca”, indicó Valdés.
La novela relata la historia de Santiago, un humilde y anciano lobo de mar que durante más de 80 días no logra sacar un pez ante el reproche de sus vecinos. Tras alejarse hacia las aguas profundas capturando un enorme ejemplar de marlin o aguja, pero debe luchar —a sabiendas de que perderá— con los tiburones para arrastrarlo a tierra.
El domingo por la tarde culminó la suerte del torneo de pescadores en homenaje a Hemingway. La competencia no lleva premio, sólo el reconocimiento de la comunidad y se considera mejor a quien aporte más “peso” de pescado –el que sea–, aunque todos salieron con la ilusión de conseguir un marlin, la pieza más apreciada.
Las condiciones del tiempo el sábado impidieron una buena captura, el domingo fue mejor y el pescador Rafael Rodríguez fue el triunfador con 63 libras (unos 30 kilos) de albacoras, un tipo de atún.
Ninguno logró una codiciadísima y siempre esquiva aguja que tanto atraía a Hemingway, pero tampoco les importó, dijeron sonrientes.
“Igual soy feliz”, comentó un AP Rodríguez, de 60 años, y dueño de la lancha “Vitolo”. “Lo que más deseaba toda mi vida fue pescar”.
¡Conéctate con la Voz de América! Suscríbete a nuestros canales de YouTube, WhatsApp y al Boletin informativo. Activa las notificaciones y síguenos en Facebook, X mi Instagram.