Los viticultores de la región valona de Bélgica están adaptando su técnica de cultivo de vino debido a la creciente amenaza del cambio climático.
¿El cambio climático obligará a los viñedos belgas a añadir agua a su vino?
A primera vista, el aumento de las temperaturas parece favorecer el desarrollo de los viñedos en un país famoso por su cerveza: en 2023, se produjeron 3,4 millones de litros de vino en Bélgica, un 13 por ciento más que el año anterior.
Desde hace una década, el número de viñedos en Bélgica aumenta de forma constante como consecuencia del cambio climático, según Sébastien Doutreloup, climatólogo de la Universidad de Lieja.
Aunque el cambio climático ayuda a mejorar la producción de vino, también trae consigo una serie de obstáculos.
Peligros climáticos
En Valonia, cerca de Dinant, el Château Bon Baron no es inmune a los caprichos del cambio climático.
«El cambio climático no se trata solo de un clima más cálido, con una mayor maduración de las uvas. Se trata más bien de fenómenos extremos, y los extremos no son buenos: inundaciones, lluvias, heladas», afirma Jeanette van der Steen, enóloga y propietaria de Château Bon Baron.
Con el aumento de las temperaturas como resultado del calentamiento global, las vides comienzan a brotar antes en la temporada y son más vulnerables a las heladas primaverales, explica.
Otro peligro es la aparición de insectos y enfermedades en las viñas del norte de Europa, que antes estaban más extendidas en el sur.
«Hay un insecto llamado Drosophila suzukii. Comenzó en el sur de Europa, por lo que en su momento los demás países más al norte no se vieron afectados. Pero al parecer la Drosophila suzukii se desplaza cada año más al norte y ya ha llegado aquí, a Bélgica», advierte Jeanette van der Steen.
Los viticultores se adaptan
Los viticultores se adaptan a esta nueva situación y modifican sus técnicas. Por ejemplo, la propietaria del Château Bon Baron, que aboga por el desarrollo sostenible, esparce arcilla sobre sus viñas para protegerlas del estrés hídrico y térmico. También realiza un deshoje de las viñas.
«Al deshojar las vides, quedan expuestas al calor, al frío, a la lluvia y al viento. Esto crea una piel más gruesa, por lo que hay menos riesgo de ataques de insectos y enfermedades. Las uvas están mejor protegidas, por ejemplo, del calor», explica.
El cambio climático también hace más difícil predecir el inicio de la cosecha.
Cuando Jeannette Van der Steen empezó a trabajar como viticultora en los años 2000, la cosecha en Valonia empezaba a mediados de octubre. Con el paso de los años y el aumento de las temperaturas, ahora empieza a principios de septiembre.
Este año, según el enólogo, que sigue de cerca el clima, todavía es demasiado pronto para decirlo.