APRENDIENDO A DEJAR IR LAS COSAS
Decidí que algo tendría que cambiar para hacerme sentir como yo otra vez.
El primer paso: traté de definir la descripción de mi trabajo como mamá. Mi JD siguió las líneas de «elaborar estrategias, planificar, presupuestar, adquirir, supervisar y ejecutar todos los asuntos relacionados con el hogar y los niños».
Ya se sentía imposible.
Entonces, decidí centrarme en los comportamientos en lugar de las responsabilidades reales.
Me di cuenta de que estaba exhausto porque me había anticipado a los problemas y me había metido en situaciones que originalmente había delegado.
También estaba rehaciendo tareas que no se habían realizado según mis expectativas. Esencialmente, había estado trabajando todo el tiempo y, sin embargo, no completaba las tareas porque mi atención estaba en todas partes.
Entonces, decidí que si mi esposo sacara a un niño de la casa, no dejaría todo lo que tenía a mano para empacar para ellos. Esto significaba que si se olvidaban de traer algo, solo tendrían que lidiar con las consecuencias.
Además, me abstuve de volver a lavar las botellas de leche con costras secas en las grietas porque el esfuerzo de hacerlo podría dedicarse a otras tareas importantes.