JUGAR PARA PONERSE AL DÍA
El marco regulatorio de Malasia ha tenido dificultades para seguir el ritmo de la rápida difusión y el gran volumen de desinformación digital. Si bien el país cuenta con un conjunto de leyes bastante sólido para abordar la información falsa, incluida la Ley de Comunicaciones y Multimedia de 1998 y la recién introducida Ley de Seguridad Cibernética de 2024, la aplicación de estas leyes ha sido históricamente lenta.
Los casos legales suelen tardar años en procesarse, mientras que la información falsa puede difundirse en las redes sociales en cuestión de minutos y horas, lo que hace que estas leyes sean menos efectivas en tiempo real.
Otro problema es que las agencias de verificación de datos afiliadas al estado, como Sebenarnya.my y MyCheck, han declarado explícitamente que no verifican el contenido político, lo que deja un gran vacío en la lucha contra la desinformación política.
Si bien los grupos independientes de verificación de datos intentan cerrar esta brecha durante eventos políticamente cargados como las elecciones, el gran volumen de información en múltiples idiomas y dialectos hace que sea extremadamente difícil para los verificadores mantenerse al día, lo que hace que estos esfuerzos sean insuficientes y a menudo ineficaces.
Esto es particularmente preocupante en el acelerado contexto de las elecciones. En estos tiempos, la verificación rápida de las afirmaciones políticas es crucial para garantizar un discurso público informado. Sin embargo, sin una verificación de hechos en tiempo real y dado el lento ritmo de aplicación de la ley, las narrativas políticas falsas pueden difundirse sin control, moldeando la percepción pública y potencialmente influyendo en los resultados electorales.
Además, la falta de una formación integral en alfabetización mediática e informacional en diferentes grupos de edad agrava el problema. Sin las habilidades para evaluar críticamente el contenido digital, las personas son más vulnerables a la desinformación, especialmente a medida que las tecnologías impulsadas por la inteligencia artificial continúan avanzando.
A medida que las deepfakes y las imágenes manipuladas se vuelven cada vez más sofisticadas, crece el riesgo de que la confianza del público en los medios y las instituciones democráticas se erosione porque la gente no sabrá cómo distinguir entre contenido real y fabricado.