La violencia está teniendo un impacto devastador, particularmente sobre mujeres y niños, pueblos indígenas, afrodescendientes, líderes comunitarios y defensores de derechos humanos.
El nuevo gobierno de Colombia asume el cargo el próximo mes, y el informe describe una serie de recomendaciones que deben implementarse con urgencia para proteger vidas y defender los derechos de los afectados.
Prevenir más violencia
los reporte, que está en español, también pide la reforma del sector de la seguridad, citando preocupaciones sobre las violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, incluidas las “privaciones arbitrarias de la vida”. También deben investigarse los presuntos vínculos de algunos funcionarios del Estado con las fuerzas de seguridad y grupos violentos.
“Es deber del Estado proteger a la población de la violencia y hacerlo respetando el derecho internacional de los derechos humanos. Es por eso que instamos al Gobierno a adoptar políticas públicas para responder de manera eficiente y prevenir más violencia, en cumplimiento de las obligaciones de Colombia bajo el derecho internacional de los derechos humanos”, dijo Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Presencia creciente
El desmantelamiento de la amplia gama de grupos armados no estatales y organizaciones criminales que operan en Colombia debe ser una prioridad para el gobierno, según el informe, junto con la consolidación del estado de derecho y el fortalecimiento de las instituciones públicas en las zonas más afectadas.
El país ha sido testigo de una caída dramática en la violencia desde la firma de un acuerdo de paz en 2016 entre las autoridades y el grupo de milicianos FAR-EP, que puso fin a medio siglo de conflicto. Los asesinatos se redujeron de 12.665 en 2012 a menos de 1.240 en 2016, ACNUDH dijo, citando al Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ),
Sin embargo, los grupos armados no estatales y las organizaciones criminales, a menudo involucradas en el narcotráfico, la minería ilegal y otras actividades ilícitas, han ampliado su presencia en varias regiones durante los últimos dos años.
El informe dice que la respuesta predominantemente militar del gobierno no ha logrado detener esta expansión, mientras que la presencia limitada de instituciones civiles está exacerbando la situación. La falta de educación y oportunidades laborales también ha aumentado el riesgo de que los niños, niñas y adolescentes sean reclutados por grupos armados no estatales.
Ganando el control
El año pasado, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en Colombia verificó el asesinato de 100 defensores de derechos humanos. Adicionalmente, entre el 1 de enero y el 30 de junio de este año, la Oficina recibió información de 114 asesinatos de activistas, con 22 casos verificados hasta el momento.
El informe reveló cómo los grupos armados y las organizaciones criminales han adoptado una variedad de tácticas para obtener el control de las comunidades, incluso mediante la imposición de reglas y restricciones de movimiento.
“Tenemos que hacer lo que nos digan… Hay retenes en la carretera donde hombres con armas pesadas nos paran, nos dicen que tenemos que pedir permiso para salir y revisan nuestros teléfonos”, dijo un defensor de derechos humanos a los autores.
Formas tradicionales amenazadas
En algunos casos, las comunidades indígenas y afrocolombianas se han visto obligadas a participar en actividades ilícitas y a abandonar sus formas de vida tradicionales, como la pesca y la caza.
La violencia destruye el tejido social de las comunidades, poniendo en peligro la identidad cultural y la autonomía, según el informe. Las comunidades y sus líderes que tratan de proteger su tierra, sus vidas, su cultura y el medio ambiente, enfrentan enormes riesgos.
Un ejemplo es la situación del pueblo indígena Nasa en el departamento del Cauca, ubicado en el suroeste, quienes han sido durante mucho tiempo objeto de amenazas y ataques. Cuatro líderes de la NASA fueron asesinados en los primeros meses de este año. El informe advirtió que la violencia, el narcotráfico y las industrias extractivas amenazan todo el modo de vida y supervivencia de la comunidad.
De igual forma, la situación actual podría acelerar la desaparición del pueblo indígena Jiw, que vive a orillas del río Guaviare y que actualmente suman alrededor de 2.261.
Implementar el acuerdo de paz
El informe insta a la nueva administración a garantizar la plena implementación del acuerdo de paz, que incluye buscar la sustitución voluntaria de cultivos de coca, en lugar de su erradicación forzosa.
Adicionalmente, se deben implementar y consolidar programas de reforma y desarrollo rural, con la participación de las comunidades afectadas, al tiempo que se debe fortalecer la capacidad de los gobiernos locales, que también incluye a los de las comunidades afrodescendientes e indígenas.
La Sra. Bachelet dijo que el enfoque del gobierno entrante en la paz y la implementación regional del acuerdo de paz “es un enfoque sólido que mi Oficina apoya”.
El jefe de derechos humanos de la ONU también destacó la importancia del diálogo para reconstruir la confianza en el Estado y sus instituciones.
“Insto a las autoridades a escuchar las voces de todos los sectores de la sociedad”, dijo. “Las personas que viven en áreas rurales y remotas son las que más han sufrido este flagelo de la violencia, pero también están en mejores condiciones para ayudar a trazar el camino hacia un futuro más pacífico”.