Para Charlemagne Palestine y MV Carbon, el sonido es un objeto maleable, algo para moldear y esculpir. Como Palestina una vez dijo, “Siempre he sentido, escuchado y mezclado los sonidos en mi mundo como líquidos, no como sólidos. Los líquidos sónicos son materiales que se pueden transformar infinitamente”. En su primer álbum colaborativo, Cambios Liquiddd, el violonchelo de Carbon se arremolina y cambia junto con los riffs de piano de Palestine, como líquido que se convierte en hielo en el frío o vapor en el calor. Se inspiran en sus antecedentes en zumbido y ruido para hacer música que a menudo se siente psicodélica y angustiada, explorando la oscuridad para encontrar el resplandor. Una asociación intergeneracional (Palestine comenzó a tocar en la década de 1960, mientras que Carbon apareció en la década de 1990), los dos artistas encuentran puntos en común en su deseo compartido de jugar con la fisicalidad del sonido.
Extraído de dos horas de sesiones grabadas en el estudio de Palestina en Bruselas en 2015, Cambios Liquiddd ondula entre largos zumbidos cavernosos y ecos huecos. Los “Susurros Evaporados” de apertura duran 19 minutos, manifestando un estado de crecimiento continuo. En concierto, Palestina es conocida por beber brandy mientras toca, y aquí, sus ruidosas copas y sus dramáticos rasgueando—una técnica en la que mantiene presionado el pedal de sostenido del piano mientras golpea el teclado, formando una serie de armónicos— choca contra el violonchelo de grava de Carbon. Esos estruendosos minutos se sienten turbulentos y llenos, pero se disuelven en chillidos apagados y trémolos nerviosos. En otros lugares, la telaraña brilla y los susurros silenciosos se convierten en gritos. Los dos músicos nunca se quedan en un lugar por mucho tiempo: su sonido siempre está en movimiento, listo para transformarse en un abrir y cerrar de ojos.
Una de esas metamorfosis es el movimiento entre un sonido rico y una quietud espeluznante. La música suele ser fuerte y resonante, pero sus texturas más dispersas son menos cohesivas. “Crushed Little Gem” se construye a partir de punteos llenos de eco y gritos vocales abstractos, un sonido desolado que evoca un desierto árido; pulsos de piano, gemidos guturales y tonos ásperos de violonchelo emergen del pliegue, creando patrones puntiagudos. El atractivo de la música de Carbon and Palestine son sus capas densamente tejidas y su movimiento naturalista, pero aquí, sus sonidos se desvían sin rumbo fijo.
Con “Glass From Sand”, sin embargo, logran efectos más hipnóticos. Construida a partir de un piano tumultuoso y un violonchelo resplandeciente, la pista rebosa de energía. El ritmo y la dinámica aumentan a medida que juegan, pasando de un zumbido suspendido a un temblor agitado. La instrumentación se remonta a la apertura del álbum, pero aquí se siente más inestable: el piano de Palestina retumba con nerviosismo mientras el violonchelo inquieto de Carbon se desliza y se estremece, girando alrededor de un destello electrónico constante. Incluso cuando la tensión se desvanece, permanece una sensación de oscuridad, una energía inquieta que indica una profunda inquietud.