El primer ministro británico, Keir Starmer, reacciona cuando se reúne con el secretario de Defensa, John Healey, y el miembro de la Cámara de los Lores, George Robertson, en el número 10 de Downing Street el 16 de julio de 2024 en Londres, Inglaterra.
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En las últimas semanas, las noticias económicas del Reino Unido se han centrado principalmente en el estado de las finanzas nacionales británicas y cómo podrían afectar tanto al público británico como a las perspectivas de crecimiento económico.
Una serie de acusaciones y negaciones han circulado entre los partidos rivales Laborista y Conservador sobre el estado del déficit presupuestario del país, particularmente entre los ministros de finanzas actuales y anteriores, Rachel Reeves y Jeremy Hunt.
Independientemente de cómo se encuentre actualmente la situación fiscal del Reino Unido, es evidente que los déficits actuales se han ido gestando durante años y corren el riesgo de tener consecuencias que podrían durar muchos años. El dilema fundamental al que se enfrenta ahora el Partido Laborista es que el país no puede producir suficientes ingresos para cerrar los déficits sistémicos sin un crecimiento económico sostenido, pero tampoco puede crear crecimiento económico sin una inversión real, tanto del sector público como del privado.
En muchos sentidos, la situación fiscal actual se remonta a la crisis financiera de 2008 y al hecho de que la economía del país no pudo recuperarse rápidamente para cerrar los déficits presupuestarios que se produjeron entonces.
Cuando los ingresos del Reino Unido no se recuperaron, el gobierno conservador de la época decidió implementar medidas de austeridad, recortando temporalmente la inversión pública en todo, desde infraestructura hasta salud pública y servicios sociales.
El problema radica en el hecho de que estas medidas, vendidas como una solución a corto plazo, todavía permanecen y que el costo del continuo envejecimiento de la población del Reino Unido, la carga del Brexit sobre todo, desde las pequeñas empresas exportadoras hasta el sector financiero, y el continuo y lento crecimiento económico significan que las opciones disponibles para el actual gobierno laborista son y siguen siendo limitadas.
Una cosa que el gobierno del Reino Unido claramente no puede hacer, a diferencia de países como Estados Unidos, China o Japón, es generar déficits a gran escala, ya sea aumentando el gasto o recortando aún más los impuestos. El endeudamiento en el ejercicio económico hasta agosto ascendió a 64.100 millones de libras esterlinas (85 mil millones de dólares), con una deuda del país que alcanza el 100% del PIB.
Durante décadas, Gran Bretaña fue considerada una de las monedas de reserva del mundo, pero, a pesar de todos los beneficios que otorgaba, los acontecimientos recientes han confirmado que ya no es así. La reacción de los mercados de bonos al presupuesto propuesto para 2022 por la entonces primera ministra Liz Truss mostró que el sector privado no apoyaría ningún gasto deficitario significativo, en particular mediante recortes de impuestos.
Al mismo tiempo, tanto los dirigentes laboristas como los conservadores son plenamente conscientes de los limitados recursos financieros disponibles actualmente para financiar programas públicos. Un argumento bien conocido que se esgrimió a favor del Brexit fue el hecho de que el dinero que se envía a la Unión Europea podría utilizarse para restablecer la financiación del atribulado Servicio Nacional de Salud.
En los últimos días, en vísperas de la conferencia del Partido Laborista que comenzó el lunes y de la publicación el mes próximo del primer presupuesto del nuevo gobierno laborista, se han generalizado las preocupaciones sobre nuevos niveles de austeridad. La reciente cobertura de los posibles recortes de los beneficios de combustible de invierno para los jubilados del Reino Unido y un reciente informe de la Cámara de los Lores sobre la insostenibilidad de los déficits presupuestarios actuales no han hecho más que aumentar las preocupaciones.
El nuevo gobierno laborista ha hecho grandes esfuerzos para no implementar más medidas de austeridad en los servicios públicos, como lo subrayó el discurso inaugural de Reeves el lunes por la tarde.
La pregunta clave entonces, no sólo para la conferencia del partido sino también para los planes futuros del Partido Laborista es cómo abordar la necesidad de una mayor inversión en la esfera pública, especialmente en servicios e infraestructura, y al mismo tiempo atraer significativamente más inversión del sector privado al país para ayudar a abordar los déficits tanto en ingresos como en oportunidades económicas.
Una señal de posibles soluciones ha surgido de la propuesta gubernamental de utilizar fondos de desarrollo privados para ayudar a completar la línea ferroviaria HS2 y convertirla en una estación de Euston modernizada en Londres. Cualquier asociación de este tipo tendrá que encontrar formas de beneficiar tanto a los inversores como al público para evitar que se repitan privatizaciones mal ejecutadas como las de Railtrack y Thames Water.
Otras posibilidades podrían centrarse en mayores esfuerzos para eliminar la burocracia y mejorar la eficiencia comercial con Europa continental a raíz del Brexit. Varias empresas globales han expresado su frustración por mantener sus cadenas de suministro a raíz de los retrasos en las fronteras y la implementación de reglas poco claras.
La última posibilidad, que hasta ahora ha sido descartada por el nuevo gobierno, es aumentar los impuestos. Tanto las empresas como los mercados pueden tolerar aumentos de impuestos si ven el valor del dinero que pagan en términos de mejores servicios e infraestructura empresarial.
En última instancia, el sector privado buscará un plan claro de largo plazo para su ejecución, ya sea en materia de política fiscal e impositiva o en la búsqueda y construcción de alianzas público-privadas a largo plazo. Si el Partido Laborista logra ejecutar ese plan, contribuirá en gran medida a crear un entorno más sólido para la confianza pública en sus planes económicos para los próximos años.
Kevin Klowden es el principal estratega global del Instituto Milken.