Being Dead comienzan su segundo disco, ANGUILAScon “Godzilla Rises”, una canción de amor a Godzilla. Esta canción, como gran parte de la versión retorcida del rock’n’roll del dúo de Austin, es absurda, divertida y conmovedora. La banda prácticamente se desmaya por el Rey de los Monstruos, transformando las protuberancias en la columna vertebral de la criatura como “asas” para sostenerlo, una declaración que parecería tonta si no fuera expresada con tanto anhelo. Los nombres de los dos miembros de Being Dead, Falcon Bitch y Shmoofy (anteriormente Gumball) son una señal adecuada de su abyecta tontería. Sin embargo, no importa con qué frecuencia Being Dead apunte a la gracia, su música fenomenalmente divertida llega al corazón.
ANGUILAS es implacable, enganchado y temáticamente más flexible que el debut de larga duración de la banda, 2023. Cuando los caballos corríanque se deleitaba con los mitos del oeste americano. Esta es música de finos detalles y grandes sentimientos, en la que una canción de tres minutos llamada “Blanket of My Bone” se siente como si estuviera emocionalmente nivelada por la primera persona que te gusta. Being Dead logra un delicado equilibrio entre puntos de referencia en su mayoría poco delicados: egg punk, cowboy kitsch, surf rock. Ambos miembros de la banda cantan, y cualquiera puede tomar las partes bajas o altas en estos arreglos simples pero precisos: sus voces llaman y responden, afirman su individualidad y se unen al unísono. Su interacción tiene un género consciente y nostálgico: “No soy el príncipe azul en el mundo de Rapunzel”, declara Shmoofy en el momento destacado extrañamente conmovedor de “Dragons II”, y luego bromea: “No hay ninguna percha para tu cabello/Y si la hubiera, Simplemente estaría tirando”. La fricción del álbum evoca un grupo de artistas de rock que aprovecharon la tensión vocal entre hombres y mujeres: los desvalidos indie de principios de los 90, Unrest, que contrarrestaba la distorsión sórdida y las armonías melosas; o LA punk legends X, con su sección rítmica ceñida y el ir y venir de John Doe y Exene Cervenka; o el nanosegundo en el que Pixies se convirtió en un acto pop del corazón del país en “Aquí viene tu hombre.” Being Dead explota la dinámica de canto de sus influencias para llenar 40 minutos, tratando las voces en duelo como un instrumento principal por derecho propio.
Es posible que la banda haya bajado el tono del pastiche occidental desde Cuando los caballos corrían, pero la fascinación regional persiste. “Chicos y chicas del campo/Bailando bajo las estrellas de Lonestar”, cantan en “Big Bovine” y nuevamente en “Ballerina”, una imagen potente, casi patriotera, complicada por la ambigüedad del oxímoron. La perspectiva de Being Dead huele a la de Richard Prince imágenes icónicas apropiadas del Hombre Marlboro en la forma en que la banda reformula la materia prima de la música americana de manera ligera pero poderosa, convirtiendo momentos de posible gracia en sátira, mientras imbuye pequeños detalles con el peso de un gran cielo desértico, o de un adolescente enamorado. ANGUILAS explora un sentido de inocencia irónico y cursi, presentando personajes jóvenes e inseguros a punto de darse cuenta de las dificultades de la edad adulta. El narrador de “Problems” canaliza a los Talking Heads con los ojos muy abiertos y emocionalmente incultos de sus primeros años en el CBGB: “¿Cómo puedo solucionar el problema cuando es conmigo mismo?” En todo momento, Being Dead incluye historias de infructuosos horarios de 9 a 5, tristeza después de la fiesta y sentimientos de navegación durante una conexión, relatando historias aparentemente realistas con un guiño que agrega un toque bienvenido a sus fervientes actuaciones. Tienen un encanto irresistible y una habilidad a nivel de pavimento para hablar con ambos lados de la boca.