A principios de 2020, mientras Julia Holter trabajaba en una continuación relativamente rápida de su obra de 2018, Pajarera, surgieron dos complicaciones. La primera, una pandemia, de la que ya lo sabes todo; el segundo, un embarazo encerrado… bueno, imagínense. El cambio arrojó a este alguna vez prolífico cantautor a un período de paradas y comienzos. Dejó de actuar, por supuesto, y prácticamente dejó de escribir canciones; Quizás lo más grave de todo fue que dejó de leer textos medievales. Comenzó a prepararse para la maternidad, luego dejó de prepararse: ¡la maternidad ya estaba aquí! Cuando por fin empezaba a grabar, exhausta, las cosas a menudo salían mal: dejaba de cantar y empezaba a bostezar, y de vez en cuando se quedaba dormida ante los controles. Esto no era un reflejo de la música, aunque es cierto que Algo en la habitación que ella mueve prescinde de su canción y baile habituales, destilando su molesta creación en un pensamiento largo y lánguido. Deja de hablar, sugiere, y empieza a escuchar.
En los 13 años transcurridos desde Tragedia, su audaz debut euripidiano, Holter ha planteado exigencias contrastantes a los oyentes. Por un lado, su obra se ha inclinado hacia el pop y viceversa. Al mismo tiempo, ella y su conjunto han trazado un arco más amplio desde la intención hasta la intuición. Después de las primeras entradas de alto concepto, extraídas de Hipólito, de gigiel proceso que ella llama “remezcla de textos”: la improvisación llegó al núcleo de la práctica de Holter, guiada por colaboradores como el bajista Devin Hoff y el multiinstrumentista Tashi Wada..
El Holter de Algo en la habitación que ella mueve Suena más decidido que nunca a renunciar a la autoría consciente. La música (burbujeante, nebulosa, libre) parece tener mente propia. El concepto, si existe, toma prestado el principio clave del minimalismo meditativo: reducir, reducir y reducir para elevar el espíritu. El abridor, “Sun Girl”, es el modelo en miniatura, una pequeña y vivaz odisea que podría seducir a la multitud del invernadero pero con la misma facilidad reducir (o incluso levantar) a un niño a risas asombradas.
Además de su propia hija, Holter dedica el álbum a su difunto sobrino, “un joven y hermoso ser humano al que le encantaba hacer arte, debatir ideas y era un apasionado de la política socialista”. En “Talking to the Whisper”, un momento de brillantez devastadora, lanza súplicas angustiadas: “El cielo no puede llevarse mi amor”; “El amor puede ser demoledor”, pero el verdadero clímax es un colapso cósmico y sin palabras que evoca el dolor extático de Alice Coltrane. Conciencia Universal. En su reciente música en vivo para la película de Carl Theodor Dreyer La Pasión de Juana de Arcoholter buscado un lenguaje de cánticos ininteligibles, que incluyen “sílabas decapitadas de su contexto verbal”, para reflejar la fidelidad de la actriz principal Renée Jeanne Falconetti a lo inexplicable. “Hablando con el Susurrador” y Algo en la habitación que ella mueve en general, emplean un lirismo similar que, como Joan de Falconetti, evade la explicación literal en favor de la comunión con lo sublime.