Justin Trudeau renunció después de ser primer ministro de Canadá durante dos mandatos consecutivos. También dimitió como líder del Partido Liberal, allanando el camino para su sucesor. Trudeau, el segundo primer ministro más joven de Canadá, durante su mandato, llegó al poder con encanto y su popularidad también experimentó un fuerte descenso. Tal fue el impacto de su descrédito en el último año que las últimas encuestas de opinión de Nanos mostraron que los liberales están detrás de los conservadores entre un 47% y un 21%.
Si bien una combinación de escándalos y políticas impopulares dañaron sus perspectivas con el tiempo, su imagen también se vio afectada por su incapacidad para gestionar las relaciones diplomáticas con países como Estados Unidos e India. Si bien el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quiere que Canadá se fusione con Estados Unidos, este último aún no ha salido de la agitación política.
La reputación de Trudeau sufrió un duro golpe cuando decidió enfrentarse a la India sin presentar ninguna prueba sólida. Parecía que estaba operando bajo la noción equivocada de que respaldar a los partidarios de Khalistani bajo el pretexto de la libertad de expresión produciría beneficios electorales. Sin embargo, esta estrategia le salió por la culata y lo dejó sorprendido cuando los acontecimientos se desarrollaron en contra de sus expectativas.
Según el censo de 2021, Canadá tiene una población de 37 millones (3,70 millones de rupias). Entre ellos, 1,6 millones, o aproximadamente el 4%, son de origen indio. De este grupo, aproximadamente 770.000 se identifican como sijs. De los 388 miembros del Parlamento (MP) de Canadá, 18 son sikhs. Entre ellos, los sikhs mantienen un control total sobre ocho distritos electorales y ejercen una influencia significativa en otros 15. Así, los sikhs y la población india tienen voz y voto en al menos 25-30 escaños.
Trudeau también calculó mal la decisión de culpar a la India por el asesinato del terrorista khalistaní Hardeep Singh Nijjar. A pesar de la postura abierta de su gobierno contra la India y contra Narendra Modi, sus afirmaciones tenían poco sentido para los canadienses, que también exigían pruebas contundentes. La guerra diplomática entre India y Canadá hizo que ambos países expulsaran a diplomáticos y el problema se globalizara. Incluso los parlamentarios del partido de Trudeau le han pedido que ponga freno a los khalistaníes, pero fue en vano. Canadá incluso otorgó visas y residencias a elementos khalistani a pesar de conocer su ideología. Trudeau continuó su vil campaña contra la India y el tema provocó malestar dentro de la diáspora india en Canadá.
El próximo Primer Ministro canadiense tendrá un difícil desafío a su disposición: normalizar los vínculos con la India, ya que los estudiantes y residentes indios son cruciales para la economía del país.