Más de 300 familias indígenas, que desde 2021 vivían en carpas de plástico improvisadas y en precarias condiciones en el histórico Parque Nacional de Bogotá, comenzaron a preparar su retorno a sus territorios, de los que se vieron obligadas a salir debido al conflicto armado.
Los cerca de 800 indígenas de la comunidad embera, muchos de ellos niños y niñas, comenzaron a empacar sus pertenencias para regresar a sus territorios en los departamentos de Chocó (noroccidente) y Risaralda (centro occidente), hacia donde partirán este domingo.
“Es una alegría porque como se dan cuenta acá la situación es muy precaria, no se vivía en las mejores condiciones. Si se cumplen los acuerdos firmados, la comunidad no tendrá la necesidad de regresar, pero si no cumplen, volveremos. Entonces, ojalá esto sea una realidad porque aquí murió gente”, dijo a la Voz de América Olga Zapata, líder del pueblo embera chamí.
El pueblo indígena se dirigirá hacia el Resguardo del Alto Andágueda, un lugar ancestral y sagrado donde han vivido por siglos, y del que el conflicto entre los grupos armados los obligó a desplazarse hasta Bogotá.
“Lo más importante es que en nuestro territorio podemos mantener y sostener nuestra ancestralidad. Nos dolía mucho ver a nuestros niños y niñas aquí en Bogotá. Ahora crecerán en su territorio ancestral”, comentó a la VOA Lot Villazón, consejero mayor y presidente de la Asociación de Cabildos Indígenas de Colombia.
Para su regreso al Alto Andágueda, una amplia zona que abarca las localidades de Pueblo Rico, Chiifa, Dokabú, Paparidó, Santa Marta, Cascajero, Irakal, Pescadito, Río Colorado, Pasaguedá, Conondo, Alto Moindó, Oscordó, Las Torres y Arenales, el gobierno colombiano y la alcaldía de Bogotá se comprometieron a garantizar el bienestar de estos pueblos en sus lugares de origen con proyectos productivos.
“Se lograron unos acuerdos históricos que se firmaron en el Parque Nacional. El gobierno se comprometió a darles garantías para que el pueblo embera pueda regresar en condiciones dignas. No se está dando el cielo, porque el retorno es un derecho, y lo que se ha hecho es articular las entidades para cumplirles”, dijo a la VOA Lilia Solano, directora de la Unidad para las Víctimas.
Así, las familias empezaron a desmontar sus cambuches ya celebrar su regreso a sus lugares con una olla comunitaria y una ceremonia espiritual con bailes sagrados, música y rituales especiales, encabezados por sus mayores y mayoras, como llaman a sus líderes.
“Para nosotros regresar a nuestra placenta, a nuestra madre tierra, significa volver al equilibrio y cuidar nuestros territorios y el agua, que es lo principal que tenemos”, concluyó Villazón.
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