La música de Taylor Swift alguna vez fue mucho más grande que ella. Narradora nata, recogió los efímeros emocionales de su vida y los moldeó en canciones indelebles sobre ella misma, pero también sobre las mujeres jóvenes: sobre su dolor, su deseo, su ingenio y su voluntad. Ella era la chica de al lado con la pluma de platino, y valía la pena escuchar sus sentimientos no simplemente porque existían sino porque los convirtió en arte.
Aquellos días se han ido. Swift, impulsada hasta proporciones míticas por el oxígeno discursivo, es más grande que su obra: no hay ningún golpe contra su obra. Ella es su propio panteón: una heroe tragico y un villano reivindicado; un cruzado antimonopolio inadvertido y un paquete de estímulo para una sola mujer; un supuesto criminal climático y fijador; La persona del año de la niña. Durante los últimos 13 meses, se puso su traje de lentejuelas y realizó una hazaña hercúlea tres noches a la semana en la gira más taquillera de todos los tiempos, lo que le valió la elogiada valoración de mil millones de dólares. Sus logros musicales son notables. Pero nadie gana mil millones de dólares sólo con la música.
El Departamento de Poetas Torturados, el undécimo álbum de estudio de Swift, percibe esa brecha cada vez mayor entre Taylor Swift como artista y Taylor Swift como fenómeno, y quiere llenarla con una manguera de material. La carga de expectativas es sustancial: este es el primer trabajo nuevo de Swift desde el final de una relación de años y un par de romances vertiginosos de alto perfil, uno de los cuales, con Matty Healy de 1975, parece haber brindado mucho. de la inspiración aquí. Los fanáticos vinieron a Poetas torturados buscando catarsis emocional, o al menos los detalles lascivos. Swift, al parecer, quería el consuelo de la familiaridad. Volviendo a Jack Antonoff y Aaron Dessner del National, sus principales socios compositores y productores de los últimos años, Swift retoma los hilos de folk-más y medianoche sin soltar nada del todo.
Poetas torturados' extendido Antología La edición dura más de dos horas, e incluso en la versión abreviada, su sensación de expansión desciende hasta el nivel de la canción, donde la escritura de Swift es, en el mejor de los casos, juguetonamente desenfrenada y, en el peor, llamativamente falta un editor. La canción principal que hace un guiño, una broma sobre la seriedad de sus protagonistas, se burla del desempeño del trabajo creativo, lo cual es divertido, dado el espectáculo que Swift está dando a sí misma. Apila las metáforas, tira cosas a la pared incluso después de que algo se haya pegado, recoge las cosas que no se pegaron y las usa de todos modos.