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Necesitamos prohibir todos los pesticidas sintéticos e implementar prácticas agroecológicas que mejoren la salud y la naturaleza lo más rápido posible. ¿Qué espera la UE?, escriben Agnieszka Basińska, Francis Balay y Xavier Brenez.
En noviembre de 2023, a pesar de la fuerte oposición, la Unión Europea extendió la autorización para el uso del herbicida tóxico glifosato por 10 años, y ahora ha abandonado su promesa del pacto verde de reducir el uso de pesticidas en un 50%.
La situación actual con los pesticidas nos recuerda la tragedia del amianto: hay muchas similitudes, incluida la falta de justicia. En Europa, sólo en Italia se celebró un proceso penal en 2012.
Y es por eso que nosotros, como administradores de mutuas de salud europeas y actores de la salud pública, pedimos una acción decidida para defender el derecho a la salud y preservar los sistemas de protección social.
En el siglo XX, actuamos para detener el envenenamiento de los trabajadores expuestos al amianto. Defendimos a las víctimas para que pudieran obtener la compensación que necesitaban y merecían.
Pero todo esto debería haberse evitado: si bien la toxicidad del amianto se identificó en 1906, no fue hasta 2005 que se prohibió en Europa. De hecho, hubo todo un siglo de negaciones políticas, a pesar de un número cada vez mayor de publicaciones científicas y cientos de miles de muertes.
Trágicamente, estos envenenamientos y muertes continúan hoy en día, ya que el amianto todavía está ampliamente presente. La industria del amianto presionó intensamente para hacer creer que era posible el uso controlado de este peligroso mineral, lo que retrasó su eventual prohibición y la adopción de normas de prevención eficaces.
Se estima que entre 4 y 7 millones de trabajadores europeos siguen expuestos diariamente al amianto.
Hoy lanzamos un llamamiento urgente: no cometamos el mismo error con pesticidas. No repitamos el enfoque desastroso que sigue causando más de 90.000 muertes al año en Europa, además de muchos cánceres.
La tragedia del asbesto y la situación actual con los pesticidas tienen muchas de las mismas características, y es vital comprenderlas si queremos evitar otro desastre.
Una fascinación inicial contribuyó a una ceguera colectiva.
El amianto se presentó como un mineral mágico gracias a sus múltiples usos potenciales, desde aislamiento hasta resistencia al fuego.
Lo mismo ocurrió con los pesticidas cuando entraron en producción en masa en 1945: eran juguetes aparentemente nuevos y milagrosos con efectos espectaculares, que nos daban un control total sobre la naturaleza.
En 1943, expertos de la industria descubrieron que el 80% de los ratones expuestos al asbesto desarrollaban cáncer de pulmón, pero mantuvieron en secreto los resultados de estos estudios.
La corporación multinacional de agroquímicos Monsanto mostró la misma deshonestidad cínica a fines de la década de 1990 cuando decidió ocultar un informe de investigación interna que revelaba la genotoxicidad de los herbicidas que contenían glifosato.
La aparente invisibilidad de las enfermedades relacionadas con el trabajo se debe a que los riesgos laborales y sus consecuencias para la salud se han normalizado.
Las leyes de finales del siglo XIX sobre accidentes industriales y enfermedades profesionales permiten considerarlos como «riesgos asegurables» y no como peligros que deben ser erradicados. Esta situación es inaceptable.
Se ignoran las advertencias sanitarias
Las actitudes políticas actuales, que favorecen el pago de una compensación mínima después del hecho en lugar de realizar esfuerzos serios de prevención antes del mismo, reflejan la influencia de los grupos de presión en los niveles más altos.
¿Cómo podemos justificar el uso de pesticidas tóxicos en Europa cuando las enfermedades profesionales relacionadas con los pesticidas –como el cáncer de próstata y de sangre, y el Parkinson– son reconocidas y compensadas por la seguridad social en Francia? Es la misma falta de coherencia en la salud pública que vimos en el siglo XX con el asbesto.
Es imposible ignorar los paralelismos entre la tragedia del amianto y, hoy, la de los pesticidas.
La investigación científica ha establecido que los pesticidas son responsables de un colapso del 70% en el número de espermatozoides humanos y de la desaparición del 80% de las poblaciones de insectos voladores.
No es una cuestión de salud humana por un lado y biodiversidad saludable por el otro: de hecho, nuestros destinos están vinculados y los pesticidas son desastrosos para ambos.
Además, una sentencia de 2019 del Tribunal de Justicia de la Unión Europea demuestra que los pesticidas que se venden hoy no cumplen con la ley ya que su toxicidad nunca ha sido adecuadamente evaluada.
Está muy claro: debemos prohibir todos los pesticidas sintéticos e implementar prácticas agroecológicas que mejoren la salud y la naturaleza lo más rápido posible. ¿A qué están esperando la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los Estados miembros?
Estamos mejor sin ellos
Un nuevo paradigma agrícola, sin pesticidas, será más saludable para nosotros, para nuestros agricultores y para nuestro clima.
Y necesitamos apoyar a nuestros agricultores, logística y financieramente, mientras marcan este nuevo rumbo.
Nuestros sistemas de protección social no son capaces de soportar el continuo aumento de enfermedades como el cáncer y los trastornos neurológicos derivados de alteraciones hormonales y nerviosas.
Los pesticidas, elaborados a partir del petróleo y llenos de venenos ocultos, son, en parte, la causa.
Por el bien de nuestro futuro, tenemos que aprender de la tragedia del amianto del pasado.
Agnieszka Basińska es directora de la Asociación de Ayuda Común «Flandria» en Polonia; Francis Balay es presidente de Alternative Mutualiste en Francia; y Xavier Brenez es Director General de Mutualités Libres en Bélgica. Un total de 40 organizaciones de tres países europeos que representan a más de 20 millones de europeos han firmado conjuntamente este artículo de opinión.
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