Una serie de brotes de violencia, varios mortales, sugieren que los disturbios de los aficionados en el fútbol latinoamericano se están saliendo de control.
Las imágenes de una pelea masiva en un juego en México el 5 de marzo que dejó 26 heridos graves y provocó 14 arrestos se volvieron virales y llamaron la atención porque el país será coanfitrión de la Copa del Mundo de 2026 con Estados Unidos y Canadá.
Esa misma noche hubo salvajes ataques junto a un estadio en Palmira, en las afueras de la ciudad colombiana de Cali, entre hinchas del América y del Deportivo Cali.
Al día siguiente, un hombre fue asesinado a balazos en un enfrentamiento entre hinchas de Atlético Mineiro y Cruzeiro en Brasil.
Si bien los académicos que estudian el tema dicen que el fin de las restricciones por el coronavirus, a las que se atribuye el aumento de la violencia en el fútbol francés e inglés, es un factor, existen problemas subyacentes que las autoridades no están abordando de manera adecuada.
«No hay forma de acabar con la violencia en el fútbol, eso debe quedar muy claro», dijo a la AFP Heloisa Reis, profesora de la Universidad Unicamp de Sao Paulo.
«Pero se puede reducir. Para eso se necesita una política pública muy integral», dijo Reis, autora de un libro sobre el problema.
Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y Perú han promulgado leyes para sofocar los excesos castigando a los hooligans con cárcel o incluso cancelando eventos deportivos.
Algunas de estas iniciativas replican los pasos en Europa para controlar a los hooligans, como la identificación biométrica o la videovigilancia en los estadios y sus alrededores.
– ‘Masculinidad tóxica’ –
Tras los disturbios en Querétaro, México prohibió la entrada de aficionados itinerantes a los partidos, medida utilizada en Argentina, Brasil y Colombia, y cuestionada por expertos porque, argumentan, los aficionados siguen viajando y la violencia se traslada a las calles.
A pesar de sus mejores esfuerzos, el número de muertos sigue siendo enorme: 157 en Brasil entre 2009 y 2019, 136 en Argentina en los últimos 20 años y al menos 170 en Colombia entre 2001 y 2019.
“El gran fracaso de las políticas adoptadas es que se enfocan exclusivamente en el componente de seguridad”, dice el sociólogo Germán Gómez, investigador de la Asociación Colombiana de Estudios del Deporte.
Los especialistas coinciden en que las medidas tienden a ignorar los estudios académicos o las frustraciones sociales derivadas del desempleo, la desigualdad o el consumo de drogas y alcohol.
Reis argumenta que la raíz del problema es la «masculinidad tóxica».
Los partidos de fútbol brindan un escenario para la competencia entre hombres para ganar poder sobre los rivales, especialmente en su propio territorio, a través de la fuerza física.
Reis aboga por políticas públicas enfocadas en la educación de los hombres pero no es optimista.
«Hemos vivido bajo la dominación masculina durante siglos. Los valores masculinos que se reproducen son la dominación, la fuerza, el coraje. ¿Hay una perspectiva de terminar con eso? No la hay», dijo.
Especialistas y hinchas perciben un aumento de la violencia desde que terminaron las restricciones por covid y los hinchas regresaron a los estadios.
“Estas son las consecuencias de un encierro tan prolongado, en el que las personas cuando regresan a un acto público tienen la necesidad de salir de ese encierro”, dijo Gómez.
En Brasil se han reportado al menos nueve incidentes desde el 12 de febrero, entre ellos la muerte a tiros de un hincha del Palmeiras y el apedreamiento de autobuses del equipo, en los que resultaron heridos jugadores.
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