No importa, en esta teoría, si llamas a lo que está sucediendo «desacoplamiento», o lijas sus bordes y lo llamas «eliminación de riesgos». Los negocios se están remodelando, las finanzas seguirán y en la realineación histórica, corre la lógica de la avaricia, siempre hay una oportunidad histórica.
Este tipo de conversación suena como música dulce para los promotores de las ambiciones de Tokio como un centro financiero global: un lobby extrañamente esquelético y necesariamente paciente cuyo celo ha aumentado tradicionalmente en proporción inversa a cualquier señal seria de éxito.
Críticamente, este lobby nunca ha estado cerca del núcleo de lo que Japón quiere o de cómo se ve a sí mismo. Muchos propietarios y administradores de activos vienen a Tokio; pero cuando los activos tienden a no venir con ellos, Japón en su conjunto simplemente se encoge de hombros.
EL TIEMPO ES AHORA
Para los impulsores de Tokio, ahora puede ser el avance anhelado: su causa podría ganarse a través de uno o dos giros inesperados de la geopolítica.
Hay tres motivos genuinos para el optimismo. El primero funciona en torno a la idea de que la realineación global de la industria de chips, en paralelo con las estrategias más amplias de «eliminación de riesgos» de las empresas japonesas y extranjeras, podría alejar a las empresas e incluso a los centros regionales de China (y Hong Kong) y acercarlos. Tokio.
La revelación en mayo de que Samsung de Corea del Sur buscaba establecer un centro de investigación y desarrollo de US$200 millones en Japón proporcionó una óptica sorprendente para la sensación de que las viejas reglas se están desmoronando rápidamente.