Ciudad de México- Todavía no es el mediodía de un miércoles en el lago Xochimilco, un mosaico de estanques y canales al sur de esta metrópolis en expansión, pero los juerguistas en un barco turístico de colores brillantes ya han abierto la cerveza y la están festejando. En otro bote, una banda de mariachis sintoniza. Carlos Uriel Sumano Arias, remando un fondo plano Chalupa perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se desliza en un canal tranquilo y se acuesta junto a un chinampa, una isla artificial para el cultivo de cultivos, un sistema agrícola inventado por los aztecas. “Me gustaría mostrarte un ajolote”, dice.
Un favorito de la medicina regenerativa, el ajolote (Ambystoma mexicano) puede regenerar extremidades amputadas, sus ojos, sus branquias externas con volantes e incluso tejido cerebral. Alrededor de 1 millón están en cautiverio en laboratorios y acuarios en todo el mundo. Linda para algunos, grotesca para otros, la salamandra también ha dejado su huella en la cultura pop, apareciendo como un personaje en los juegos en línea. En México, su imagen adorna el billete de 50 pesos. El ajolote es omnipresente y, al mismo tiempo, desaparece. La única población salvaje que queda está haciendo su última resistencia aquí, en canales aislados de un antiguo hábitat que se ha vuelto demasiado hostil para sostenerla.
Ahora, este refugio también está en peligro. Los empresarios han estado comprando chinampas, convirtiendo algunos en canchas de fútbol y construyendo pabellones en otros para fiestas con antorchas. “Este fenómeno de gentrificación es una gran amenaza”, ya que las empresas están menos involucradas que los agricultores en mantener limpios los canales, dice Luis Zambrano González, biólogo de la UNAM que lleva 20 años tratando de evitar la extinción del ajolote.
La mejor oportunidad del animal puede ser la restauración agresiva del hábitat. Zambrano espera ampliar el número de refugios en los canales de los 20 actuales, que suman 5 kilómetros de vías fluviales, a 200, suficiente, dice, para sostener una población viable. “Una especie no es una especie si no está en su entorno”, argumenta. Otros ven la salvación en criar ajolotes con especies estrechamente relacionadas, lo que podría introducir una variación genética que podría hacer que las poblaciones silvestres o cautivas sean más resistentes. «Otro ambistoma las poblaciones han intercambiado genes recientemente con el ajolote y son genéticamente similares”, dice el biólogo David Weisrock de la Universidad de Kentucky. “No se pierde toda esperanza”.
los 15 ambistoma Las especies que se encuentran en el centro de México comparten una herencia genética con la salamandra tigre (A. tigrinum). Como la mayoría de los anfibios, tiene branquias y vive en el agua como larva antes de trasladarse a la tierra como adulto que respira aire. Pero cuando los ancestros ajolotes colonizaron lagos aislados en toda la región, hace aproximadamente 1 millón de años, abundante comida y pocos depredadores estimularon una notable adaptación: las salamandras en algunos lagos comenzaron a pasar toda su vida bajo el agua, conservando características juveniles. “Si no hay presión para salir… puedes volverte sexualmente maduro sin tener que salir del estanque”, dice Weisrock. El ajolote es una de las cuatro especies del centro de México que rara vez, o nunca, se metamorfosea en la naturaleza.
Los aztecas veneraban al axolotl, creyendo que era la encarnación de Xolotl, un dios de la muerte y la transformación. Pero después de que los españoles fundaron la Ciudad de México, drenaron los lagos cercanos, reduciendo el hábitat del ajolote. El anfibio sufrió otro golpe en las décadas de 1970 y 1980, cuando las autoridades introdujeron la carpa y la tilapia en Xochimilco como alimento para la creciente población de la zona. Ambas especies se alimentan de huevos y crías de ajolote. Para agravar los problemas de la salamandra, las aguas poco profundas se han vuelto más cálidas y contaminadas. Una encuesta de 1998 registró 6000 ajolotes por kilómetro cuadrado. Pero el último censo, completado en 2015, estimó solo 36 por kilómetro cuadrado.
A estas alturas, la salamandra parece haber desaparecido de la mayor parte de Xochimilco. Durante los últimos 2 años, Alejandro Maeda-Obregón, Ph.D. estudiante del University College London (UCL), analizó el ADN del agua del lago en busca de signos de ajolotes y otras especies en peligro de extinción. Maeda-Obregón, en colaboración con Julia Day de la UCL y Elizabeth Clare de la Universidad de York, hasta ahora no ha podido detectar secuencias mitocondriales de ajolotes en los tramos turísticos de Xochimilco. “Ese es un ecosistema colapsado”, dice. Ahora se han dirigido a los refugios, en busca de ajolotes que se sabe que viven allí a partir de encuestas anteriores.
El parentesco cercano del ajolote con otros ambistoma las salamandras podrían permitir a los biólogos revitalizar la especie criándola con parientes. Los científicos están investigando la fuente de esta similitud genética inusual, dice la genetista de la UNAM Gabriela Parra Olea. Ella sospecha que la salamandra tigre de la meseta (A. velasci) pudo haber sido “el promotor de la uniformidad genética”. Como adulto terrestre, puede haberse arrastrado de lago en lago, apareándose con salamandras locales.
Zambrano espera que tales intervenciones no sean necesarias para los ajolotes de Xochimilco. Él y su equipo están trabajando para crear más refugios, libres de peces depredadores, cerrando los canales con redes o barreras rocosas. En uno de esos refugios, el agua es clara y fresca. “A los ajolotes les va bien aquí”, dice Sumano. Cerca, a la sombra, hay dos tanques de agua. Se inclina sobre uno y señala una larva de ajolote, de unos pocos centímetros de largo, chapoteando por el borde. En el otro nadan ajolotes maduros que son 10 veces más grandes. El equipo está esperando los permisos para liberar a los cautivos.
Zambrano espera “convertir nuestro problema de gentrificación en una oportunidad” recaudando dinero de los desarrolladores para crear refugios. Recientemente lanzó un campaña “adopción de ajolotes” para restaurar hábitats y apoyar a los agricultores que monitorean los refugios. “Los próximos 5 años son críticos”, dice. Para la salamandra de los dioses, el tiempo se acaba.