“Ya llevamos con esto ocho años. ¿Cuál es la diferencia?”, dice el ecuatoriano residente en Ucrania, Javier Donoso, sobre la crisis entre Ucrania y Rusia. Hace meses que estas naciones se enfrentan a una nueva escalada de tensiones que ha puesto en alerta a la comunidad internacional.
El deterioro de las relaciones entre Moscú y Kiev alcanzó su punto más álgido en 2014, tras la destitución del presidente prorruso de Ucrania, Víktkor Yanukóvich, y la invasión de la península de Crimea por parte de la nación liderada por Vladimir Putin.
Originario de Quito, Donoso forma parte de la pequeña comunidad ecuatoriana que reside en Ucrania. Llegó en 2008 con el objetivo de estudiar un posgrado en Relaciones Internacionales y Diplomacia. Tras graduarse, se logró y tuvo dos hijos. Desde Kiev observa con recelo cómo el país que lo acogió se ha convertido en el protagonista de los noticieros alrededor del mundo.
“Lamentablemente las noticias que se escuchan más que nada en Latinoamérica es que ya nos están invadiendo, y no es así”, explica. “Más que nada el pánico es por la familia. Las cosas que se escuchan (de Ucrania) en otros países dan miedo”.
Destaca que a pesar de las «presiones ejercidas por Rusia», en la capital de Ucrania “todo continúa con normalidad”.
“Acá la vida sigue. Estamos trabajando, estudiando, nuestros hijos van a sus clases extracurriculares, van solos al metro (…) La guerra está en la frontera”, comenta en referencia a las luchas producidas en la región del Donbás entre el ejército ucraniano y los rebeldes prorrusos desde 2014. La ONU apunta a que estos enfrentamientos han provocado que cerca de un millón y medio de ucranianos hayan tenido que abandonar sus hogares.
Y a pesar de la aparente normalidad y que los “puntos calientes” del conflicto se encuentran en las trincheras de la zona oriental del país, el quiteño explica que todos los ciudadanos están “preparados” para proteger “su soberanía”. Prueba de ello es el entrenamiento militar que han recibido millas de civiles bajo las llamadas Fuerzas de Defensa Territorial, donde aprenden tácticas de defensa y primeros auxilios.
Donoso dirige junto a su mujer una compañía que se encarga de traer a estudiantes latinoamericanos a Ucrania. Declara que como producto de la escalada de tensión diplomática y del “amarillismo creado por muchos medios de comunicación”, varios alumnos han regresado a sus países de origen.
“La familia comienza a llamar ya preguntar. (…) Obviamente se preocupan y quieren que los chicos salgan. Quieren saber cuáles son los aviones de contingencia, donde están los refugios… Pero todavía no se ha llegado a este punto, esperemos que no pase”, dice.
Países como Francia, España o EE. UU. Han mostrado su apoyo a Ucrania. Tan sólo Washington se ha comprometido a enviar más de 2,7 billones de dólares destinados a entrenamiento y equipamiento para “ayudar a que Ucrania conserve su integridad territorial, asegure sus fronteras y mejore la interoperabilidad con la OTAN”, según apunta el Departamento de Estado .
Donoso valora como “positivo” el apoyo de estas naciones, aunque afirma que hace falta “más interés” por parte de la comunidad internacional, sobre todo de los que integran la Unión Europea, pues según explica, el de la gran mayoría de ucranianos es formar parte del bloque de 27 países.
Frediany Gómez llegó a Ucrania por amor. Originario de Bucaramanga, pasó la mayor parte de su vida en Cali, Colombia. En un viaje a Chile conoció a una mujer ucraniana por la que emigró al país eslavo en 2019.
Ahora reside en Járkov, una ciudad que se encuentra tan sólo unos 30 kilómetros de la frontera con Rusia y que tiene fuertes vínculos con el país liderado por Putin. Mientras aprende el idioma, trabaja como guía para turistas castellanoparlantes y se dedica a compartir la cultura ucraniana a través de YouTube.
Afirma que Ucrania es muy diferente a lo que había imaginado y se aleja del estereotipo: “Siempre me decían que era una nación pobre, sin tecnología”, comenta. “Es como cualquier otro país, súper bonito y todo funciona súper bien. (…) Me ha parecido un país con sus problemas, pero como cualquier otro en Latinoamérica”.
No obstante, Gómez califica como “compleja” la coyuntura actual: “Es como una olla a presión que en cualquier momento puede explotar, pero esperemos que no sea así”.
Expresa que aunque hay ciudadanos preocupados, en general, se está viviendo la crisis con normalidad. “Estamos bien, todo está funcionando (…) No he visto ningún cambio que afecte a la ciudad”.
Igual que en el caso de Donoso, sus queridos seres se muestran inquietos a raíz de la información que publican los medios de comunicación: “Me escribe mucha gente de Latinoamérica, obviamente mi familia y mis amigos cercanos, preguntándome si estoy listo con mi pasaporte” .
Por otro lado, dice que las”noticias falsas” sobre la crisis entre Rusia y Ucrania no sólo se han difundido en América Latina, sino que este fenómeno se ha extendido a otras regiones de occidente.
Una de las noticias que más le sorprendió fue cuando un medio describió la ciudad de Járkov como parte del territorio ruso: “Eso crea desinformación en la gente (…) Para mí hay una guerra de información, una guerra mediática”.
El tratamiento de la información es una temática que ha destacado durante las últimas semanas.
Mientras el ministro de exteriores ruso calificó de “desinformación total” las sospechas de EE. UU. sobre un pretexto para invadir Ucrania, EE. UU., dijo tener “conocimiento” sobre “determinadas entidades militares y de inteligencia que llevan adelante una guerra de información dirigida a Ucrania”.
El jueves, el presidente Joe Biden descartar a los estadounidenses que están en Ucrania que regresan cuanto antes al país. «Los ciudadanos estadounidenses deberían irse, deberían irse ahora», dijo Biden durante una entrevista televisada en la cadena de televisión estadounidense NBC Noticias. “Estamos lidiando con uno de los ejércitos más grandes del mundo. Esta es una situación muy diferente y las cosas podrían volverse locas rápidamente”.