A principios de la década de 1980, Pati tuvo una exitosa carrera en Querétaro, ubicada a unas dos horas al norte de la Ciudad de México, como primer violinista de la orquesta de la ciudad, solista en dos coros y profesora de música en una prestigiosa escuela privada.
‘Vida más simple’
Decidió que quería llevar una vida más sencilla y se mudó con su familia a Sierra Gorda. Este cambio drástico significó renunciar a las comodidades urbanas, vivir sin electricidad durante cinco años y desarrollar una conexión más cercana con la naturaleza.
Y, poco después de llegar, se dio cuenta de hasta qué punto se estaba arruinando el medio ambiente, con la tala de árboles desenfrenada, los incendios descontrolados y la apertura indiscriminada de senderos. Esto la inspiró a trabajar en estrecha colaboración con la comunidad local, replantando árboles para recuperar el bosque.
Su activismo finalmente se convirtió en un proyecto para que Sierra Gorda fuera declarada reserva de la biosfera protegida, lo que implicó presionar al gobernador del estado e intentar obtener fondos estatales y federales.
movimiento de base
“Somos la única área natural protegida en México que fue concebida de abajo hacia arriba”, dice Pati: antes de presentar esta petición se realizaron 130 reuniones con comuneros para obtener su consentimiento y, cuando todos estuvieron de acuerdo, se tomó la solicitud oficial. al más alto nivel nacional.
El éxito llegó en 1997, cuando se nombró a Sierra Gorda como parte de la reserva de la biosfera, exactamente una década después de que las comunidades montañesas, lideradas por Pati y su familia, lanzaran el Grupo Ecológico Sierra Gorda como una organización de la sociedad civil, dándoles un mandato oficial para conservar la biodiversidad y recaudar fondos para poner en práctica sus planes.
El área protegida cubre casi 385,000 hectáreas, casi un tercio del estado de Querétaro. Una vez que se logró el estatus de reserva de la biosfera, los proyectos del Grupo Ecológico, incluyendo actividades de educación ambiental y reforestación, comenzaron a expandirse, e incluso a extenderse a algunas áreas de la Sierra Gorda fuera de Querétaro.
Proyectos premiados
Hoy, más de 17.000 miembros de las comunidades de montaña participan en actividades relacionadas con la mejora del saneamiento, la educación, la capacitación, la diversificación agrícola, la producción de alimentos y la regeneración de los recursos forestales.
Los logros del Grupo Ecológico Sierra Gorda le han valido elogios nacionales e internacionales, como el recientemente otorgado Premio Ecuatorial 2021 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y National Geographic también han reconocido el trabajo del Grupo.
Entre los programas más reconocidos del grupo se encuentra uno relacionado con la silvicultura sostenible. Se basa en un esquema denominado Pago por Servicios Ambientales, que también monitorea el carbono en los bosques de la Sierra Gorda.
Miguel Flores Pedraza, propietario forestal de 60 años, participa desde hace una década en este proyecto, dedicando su terreno -unas cien hectáreas- a la conservación.
“He estado recibiendo los apoyos para el Pago de Servicios Ambientales o captura de carbono y otros beneficios, al dejar la tierra en su estado natural para que se pueda regenerar”, dice.
“Este proyecto nos ha ayudado mucho porque es un ingreso que nos compensa”, explica y da un ejemplo concreto de lo que se puede hacer: “Si traje cinco o diez cabezas de ganado, pastando en esta tierra, eso me da una Utilidad promedio de 50.000 pesos, eso es exactamente lo que recibo hoy por Pago de Servicios Ambientales del Grupo Ecológico”.
“Esto me satisface económicamente y también me ha sensibilizado en temas ecológicos. Me gustó ver que se enriquece el medio ambiente, que se restauran los ecosistemas, que aumenta la diversidad de la flora y la fauna. Hoy en mi tierra veo jabalíes y pumas que, hace treinta años, no aparecían en esta zona”.
Mantener engrasados los engranajes de esta nueva economía de conservación ambiental requiere tiempo y mucho trabajo, no solo de los dueños de los terrenos, sino de los encargados de diseñar, implementar y monitorear los proyectos.
La educación, la mejor arma
Un ejemplo es el ecoturismo, que se inició con éxito en un área llamada Cañada de las Avispas, utilizada para la apicultura.
“Empezamos la aventura construyendo cabañas”, recuerda Pati. Teníamos un excelente equipo y creamos cabañas maravillosas. Montamos un taller de carpintería en el pueblo, y un maestro famoso vino a vivir a la comunidad, a capacitar a los jóvenes. ¡No puedo imaginar el trabajo que se dedicó a este proyecto!”
Para Pati, la mejor arma para defender y restaurar la naturaleza es la educación, por eso, hace 34 años, comenzó a recorrer escuelas en la montaña con un acordeón, cantando con los niños y educándolos sobre el medio ambiente. Hoy, de la mano de los docentes, el programa se ejecuta en las más de 150 escuelas de la región.
El resultado es que la población en general ahora es consciente de los problemas y, en algunos municipios, los miembros del gabinete son ecologistas.
“Si vas al mercado y hablas de la campaña cero desperdicio, la gente sabe de qué se trata. Los comerciantes están a favor de la campaña y piden a la gente que traiga sus propios contenedores y canastas. Es innegable que la educación ambiental funciona”, ella dice.
“Los protagonistas son los docentes”, subraya, argumentando que la única esperanza para el planeta es la que se puede generar con una visión diferente, “fomentando en los niños el amor por la tierra”.
Esta historia es parte de la serie multimedia de Noticias ONU que destaca a mujeres destacadas que lideran iniciativas para un futuro más sostenible y equitativo, publicada antes de la edición de este año. Día Internacional de la Mujer el 08 de marzo.