Mahamat Said Abdel Kani, un líder de alto rango de la milicia Séléka, mayoritariamente musulmana, se declaró inocente de todos los cargos relacionados con las atrocidades cometidas en 2013 en la capital de la República Centroafricana, Bangui.
Gran parte de la violencia se debió a los enfrentamientos entre Séléka y la facción Anti-balaka, mayoritariamente cristiana.
Ocupación
Antes de que se cometieran los crímenes, desde finales de 2012 hasta principios de 2013, la milicia Séléka avanzó hacia la capital, atacando comisarías, ocupando bases militares, capturando ciudades y capitales regionales y atacando a presuntos partidarios del presidente François Bozizé.
Se apoderaron de Bangui en marzo de 2013 y con fuerzas que ascendían a 20.000, saquearon casas mientras buscaban a simpatizantes de Bozize, dispararon por la espalda a los que huían o mataron a otros en sus casas.
“Mujeres y niñas fueron violadas y violadas en grupo frente a sus hijos o padres; algunos murieron como resultado de sus heridas”, decía la orden de arresto del Sr. Said.
civiles atacados
“Parte de la población civil fue blanco de múltiples actos de asesinato, encarcelamiento, tortura, violación, persecución por motivos políticos, étnicos y religiosos, y saqueo de casas pertenecientes a no musulmanes y otras personas percibidas como cómplices o partidarias de Bozizé. gobierno”, continuó la orden.
La hoja de cargos del Sr. Kani incluye encarcelamiento, tortura, persecución, desaparición forzada y otros actos inhumanos, cometidos en Bangui entre abril y noviembre de 2013 aproximadamente.
Vio “supervisó las operaciones diarias” de un infame centro de detención donde los miembros de Séléka llevaron a los hombres después de ser arrestados.
Condiciones espantosas
“Los presos eran recluidos en celdas pequeñas, oscuras y abarrotadas con solo un balde como inodoro y poca o ninguna comida, lo que hacía que los detenidos bebieran su propia orina”, se lee en la declaración de la CPI.
Los detenidos fueron azotados con tiras de goma, golpeados con las culatas de los rifles y les dijeron: “Los vamos a matar uno por uno”.
Era común que los presos pasaran varias horas en una posición de tensión específica tan dolorosa que algunos “pedirían que los mataran”. La posición, conocida como “arbatacha”, consistía en amarrar las manos y las piernas del detenido detrás de la espalda, con las piernas tocando los codos.
Extrayendo confesiones
El Sr. Said supuestamente se refirió a la técnica como “la más efectiva para obtener confesiones”, explicó la orden de la CPI, al tiempo que señaló que él era responsable de decidir qué prisioneros debían ser trasladados a una celda subterránea ubicada debajo de su oficina.
En otro centro de detención conocido como CEDAD, donde las condiciones se describieron como “inhumanas”, el tribunal sostuvo que el Sr. Said era el “comandante de operaciones” y “llevaba una lista de personas para ser arrestadas” u ordenaba su arresto.
El juicio continúa.